Café con el abuelo de Mariano

Nacho Mirás Fole

SANTIAGO

Un salto imaginario hasta 1918 para conocer a Enrique Rajoy Leloup

11 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Quiero poner distancia con la tragedia. Las fiestas del Apóstol han sido este año cualquier cosa menos fiestas. Así que he pensado en subirme otra vez a la Vespa del tiempo, acelerar a fondo y plantarme en el mes de julio de, pongamos... 1918. Es un año tan bueno como cualquier otro.

Me ahorro los detalles de cómo funciona esto de la máquina del tiempo (pueden consultarlo en ediciones anteriores de esta sección). El caso es que, por arte de magia, me planto en el verano de ese año del Señor. Me llevo en el bolsillo de la levita -voy vestido de época- un programa de las fiestas patronales editado por Jesús Rey Alvite en la imprenta de El Eco Franciscano. El librito, subtitulado Guía comercial e industriosa y datos útiles al romero en la urbe santiaguesa, me servirá de referencia para no perderme en la Compostela de hace 95 años, similar a la actual únicamente en el casco monumental y superpoblada de curas. Me voy contento porque en esta época las procesiones circulan casi más rápidas que los trenes. Y eso me reconforta. Aprovechando que la barba, que se empeña en blanquearme la cara, me da autoridad, me voy directo al Hotel Suizo, en el 18 de la calle Cardenal Payá. Me han dicho que es posible que me encuentre allí al abogado Enrique Rajoy Leloup. Les suena el apellido, claro... Y con razón. Don Enrique (1882-1966) es el abuelo del presidente del Gobierno de España en el año 2013, Mariano Rajoy, solo que en 1918 todavía no lo sabe. He leído que, si bien no destaca como defensor, sus dictámenes e interpretaciones jurídicas son sobresalientes.

Efectivamente, ahí está, en la mesa del fondo. Y ese con el que habla es el mismísimo Jesús Rey Alvite, el periodista. Me siento en la mesa que está más cerca, le pido un café al mozo -me he llevado dinero de la época- y escucho la conversación entre el letrado y mi colega del pasado.

-Poner un anuncio en mi guía de las fiestas es una oportunidad, don Enrique. Son cuatro perras y el librillo se distribuirá en toda Galicia.

-No sé, Alvite, me lías. Yo estoy por la austeridad, es una cosa que me viene de familia, y eso de los anuncios me parece un gasto prescindible.

-Hágame caso, se le dispararán las visitas al despacho. O eso, o me como el sombrero.

-A ver, explícame qué más habrá en la guía, pero rapidito, que no tengo todo el día.

El veterano periodista, que es un maestro de la retórica, disecciona entonces, encima de la mesa de mármol, el borrador de la guía para la que busca anunciantes: «Mire, don Enrique. En la portada pondremos una bonita foto de la Catedral. De Ksado, por supuesto, es el mejor. Y me hace precio. Y en las páginas interiores iremos intercalando los espacios publicitarios con la guía propiamente dicha. Don Francisco Rey, dueño del Gran Hotel La Argentina, ya me ha contratado una página entera».

-¡A ese le sobran los cuartos! Yo soy un hombre austero. ¡Aus-te-ro!

-No crea, no crea, pero Paco Rey tiene visión de futuro. Mire qué texto le he escrito: «Esta casa está situada en lo más céntrico de la ciudad, frente a los autos que van a la estación y para las demás líneas. Mobiliario nuevo. Cocina española y francesa. Precios económicos. Garaje para automóviles». ¿No le tienta?

-Eres un liante, Alvite.

-He pensado en poner su anuncio en el centro de una página, debajo de la zapatería de Julio Tojo, la de la Calderería.

-¿Y qué pinta un abogado debajo de un vendedor de zapatos?

-¡De eso se trata, de sorprender al lector! Piense que en la guía de este año hay toros. El día 25 se celebrará una gran corrida en la que se lidiarán seis hermosos toros de la afamada ganadería de los hijos de Victoriano Angoso, de Salamanca. ¡Con Pedro Carranza, el Algabeño II, a la espada! ¡Y con Angelete!

-¿Toros? No sé yo...

Sonrío. Me tengo que morder la lengua para no meterme en la conversación y no decirle a don Enrique lo mucho que le gustarán los toros a su nieto Mariano. Me contengo. Al final, Alvite convence al abogado, que acepta publicar un anuncio austero: «Enrique Rajoy Leloup. Abogado de los Colegios de La Coruña, Pontevedra y Santiago. Despacho, Toral, 7».

nacho.miras@lavoz.es