Vecinos de Melide piden mejoras en el tramo del Camino Francés en Furelos

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol MELIDE / LA VOZ

SANTIAGO

Denuncian caídas en el acceso al puente medieval por falta de seguridad

14 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Dicen los vecinos de Furelos que «aquí hay material para escribir un libro». Y eso sin contar las historias que portan en sus mochilas la «invasión» de peregrinos que esta temporada cruzan esta aldea de Melide, una de las más emblemáticas del Camino Francés. Es tan singular que en su día el bipartito autonómico planeó hacer realidad en el lugar su prototipo de núcleo tradicional gallego. Lejos de ese modelo ideal, los vecinos pasan revista a una aldea «preciosa» que consideran debería mimarse con más cuidados para mantener con vida la gallina de los huevos de oro: «Aquí vive mucha gente del Camino de Santiago», recuerdan.

El recorrido por Furelos comienza a unos treinta metros del puente medieval de la aldea, adonde los peregrinos acceden por una cuesta abajo en la que es recomendable aminorar la marcha. «Calquera día hai unha morte porque baixan a toda velocidade coa bicicleta e van para abaixo», advierten los lugareños. Señalan la cuneta del camino empedrado, donde el precipicio queda oculto bajo la maleza que invade la ribera del río que da nombre a la aldea. «Esto tiene una altura del copón», dicen los vecinos, que reclaman una valla acorde con el paisaje para evitar caídas como la de «unha peregrina alemana, xa maior, que non sei como non denunciou porque quedou como un mapa», cuentan. Hasta siete percances más de este tipo testimonian. La vegetación también vuelve prácticamente invisible el puente del siglo XII, donde está sin terminar aún la cuestionada rehabilitación que se realizó hace ya once años cubriendo con losas de granito la albardilla de la estructura.

Igual de desapercibido pasa el museo etnográfico que se habilitó hace tres años con unos 200.000 euros de inversión. Está cerrado a cal y canto. Lo que sí llama la atención, según los vecinos, son las losas de piedra levantadas del firme. Son las menos, pero suficientes para que los romeros caigan de bruces y precisen, en casos, de asistencia sanitaria. Pero lo que más preocupa a los lugareños, porque también afecta a su rutina diaria, es el foco de infección que localizan en el riego que canalizaba las aguas de un antiguo lavadero público y en los desagües contiguos de un camino vecinal que da acceso a fincas en la orilla del río. Cuentan que abren con miedo las puertas de casa porque de esa zona salen ratas «como conejos», y hasta serpientes. Piden que se tapie el canal porque «así no coge porquería y no hay olores ni bichos» y el acceso vecinal que lleva al río «no hace falta que lo dejen como el Camino, pero que lo arreglen».