Galicia redujo en un 71 % en veinte años la incidencia de la tuberculosis

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Oscar Vázquez

Aun así, la tasa de afectados en la comunidad es el doble que la media nacional

22 mar 2019 . Actualizado a las 16:50 h.

Una tos ininterrumpida durante dos semanas que puede venir acompañada con sangre en el moco. Puede que sea un catarro fuerte, pero también podría ser un síntoma de tuberculosis, una enfermedad que mucho consideran olvidada, pero que se resiste a desaparecer. Y menos en Galicia, la comunidad en la que se registra una mayor incidencia de la infección causada por el bacilo Mycobacterium tuberculosis, solo por detrás de Ceuta y Melilla, según los datos dados a conocer ayer por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) con motivo del Día Mundial de la Tuberculosis, que se celebrará el viernes.

Cada año se contabiliza en Galicia una media de 600 casos en sus distintas variantes, fundamentalmente la respiratoria, aunque también es cierto que es el territorio que más esfuerzos ha hecho por combatirla y reducirla. Lo prueba el hecho de que desde que en 1996 se puso en marcha el programa gallego de prevención y control de la tuberculosis el número de pacientes declarado se ha reducido en un 71 %, hasta los 582 identificados en el 2015, el último año del que se disponen de datos oficiales. Aún así, su incidencia es de 21,3 casos por cada 100.000 habitantes, casi el doble que en España.

¿Hay alguna razón sanitaria que lo justifique? Los epidemiólogos creen que no, por lo que el motivo hay que buscarlo en el plan gallego de seguimiento de la enfermedad, pionero en España y por el que se crearon siete unidades de tuberculosis en las correspondientes áreas sanitarias. «En Galicia se registran todos los casos», advierte María Otero, responsable de la de Chuac de A Coruña.

Demora en el diagnóstico

Y más tajante aún es su compañera de la unidad de Santiago, Lucía Ferreiro. «Aquí -explica- todo lo que se diagnostica y trata se notifica. Y no solo se cuentan los casos comunicados por los médicos, sino que también se incluyen los informes de microbiología, de anatomía patológica o las prescripciones de farmacia». Es algo que no se hace en otras comunidades, «donde las cifras son mayores de las que se declaran, ya que habría que aumentar un 41 % más de casos».

Pese a estas luces, quedan importantes sombras. «Hay -destaca Ferreiro- una tasa importante de infranotificación por parte de los médicos, a pesar de que se trata de una enfermedad de declaración obligatoria». «Cuando un médico se encuentra a un paciente la primera sospecha diagnóstica no suele ser la tuberculosis, porque no es algo que vea todos los días», apunta María Otero. Este contexto existe un problema mayor: el retraso en el diagnóstico, situado en una media de 54 días, una demora en la que parte de la responsabilidad es del propio paciente, que tarda 16 días en acudir a consulta porque no le da importancia a sus molestias, y otra del sistema sanitario, que se demora otros 22 días en identificar la infección. Son aspectos a mejorar, según Luis Anibarro, vocal de la Separ y responsable de la unidad del hospital de Pontevedra. «Claramente, en Galicia se ha bajado la guardia ante la tuberculosis», lamenta. «El programa gallego -añade- ha funcionado de forma modélica, pero existe el riesgo de que nos durmamos en los laureles». Explica, de hecho, que la tendencia al descenso en el número de casos se ha estancado desde el 2013 e incluso en el 2015 hubo un ligero repunte.

«Hay que estar encima del paciente para que siga la medicación»

«A pesar del descenso que constatan las cifras oficiales, no podemos bajar la guardia ante una enfermedad que es prevenible y curable y ante la que seguimos teniendo una tasa de incidencia sensiblemente superior a la de nuestro entorno», destaca Francisco García Pérez, coordinador del área de Tuberculosis de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). Elevar la guardia no solo implica rebajar la media del diagnóstico, que en Galicia se sitúa en 54 días por los 30 recomendables, sino que también exige un esfuerzo para que los pacientes cumplan a rajatabla el tratamiento.

«La tuberculosis, en el mejor de los casos, no se cura hasta que pasen seis meses de tratamiento, por lo que hay que estar encima del paciente para que siga la medicación», explica Luis Anibarro. Parte de este esfuerzo en el seguimiento de los enfermos recae en los trabajadores sociales que, en Galicia, trabajan en las unidades especializadas de los hospitales. «En el caso de Santiago incluso van a casa de los enfermos para vigilar que se tomen adecuadamente la medicación», apunta Lucía Ferreiro.

Un trabajo igual de importante es el que realizan los epidemiólogos de las unidades de tuberculosis, que cada vez que se detecta un caso tienen que actuar como una especie de detectives para realizar el seguimiento del entorno de los enfermos, que puede ser tanto el familiar como los alumnos de una clase o los trabajadores de una empresa, para evitar que la infección se propague. «Hacemos la prueba de la tuberculina en el entorno más cercano y, si el resultado es negativo, la volvemos a realizar pasados dos meses, porque el período de incubación de la enfermedad es muy largo», precisa María Otero, de la unidad del Chuac.