Volver a hablar, multiplicar de nuevo

P. Calveiro / T. Longueira RIBEIRA, CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

MARCOS CREO

Saben cómo es la vida tras un ictus; Manolo recuperó el habla en tres días y a Xelucho, que olvidó la tabla, se le resisten las palabras

28 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En Galicia cada hora y media una persona sufre un ictus. Un 15 % no lo superan. Xelucho Abella Chouciño y Manolo Laíño Abuín ayudan a que la vida se imponga en la batalla estadística. La guerra sigue cada día para los 35.756 gallegos que tienen secuelas. También mañana, Día Mundial del Ictus.

Xelucho Abella (Malpica, 1945) es, a sus 71 años, toda una referencia en el ámbito de la cultura y la enseñanza en la Costa da Morte. Escritor, filósofo, exconcejal y exfutbolista, fue profesor en varios institutos de Bergantiños, como el Alfredo Brañas de Carballo o el IES de Ponteceso. Sin embargo, en junio del 2009 se abrió un paréntesis en su trayectoria vital. «Estaba na ducha e notei que me mareaba. Fina, a miña dona, avisou aos meus cuñados. Eu notei case ao momento que tiña paralizada a metade dereita do corpo e era incapaz de falar. Iso si, mantiña intacto o sentido da compresión».

Trasladado de urgencia al Chuac, Xelucho Abella estuvo ingresado diez días. Posteriormente pasó dos meses en el sanatorio de Oza: «Esquecín cousas tan básicas como as táboas de multiplicar. Tiven que comezar de cero e mellorei grazas ás clases de recuperación», dijo. Reconoce que sufrió un ictus «moi forte, que me deixou secuelas importantes». Según él, recuperó «actividade cognitiva na zona danada grazas ao emprego do ordenador». Considera que el uso de las computadoras le han permitido reactivar áreas dañadas por el ictus, sin embargo mantiene ciertas dificultades para hablar «e para mover a perna e o brazo dereitos», aunque por lo menos «podo escribir aínda que sexa amodo». También le ayuda mucho la medicación suministrada, hasta tal punto que «de ter que ir a revisión ao médico cada ano, teño que facelo cada dous. Agora teño que volver ao especialista o ano que vén».

Sobre el conocimiento que la sociedad tiene de esta enfermedad cerebrovascular, que afecta a los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro, reconoce que sigue siendo mínimo a día de hoy: «Á sociedade pásalle como me ocorreu a min no seu momento: Non tes constancia do que é ata que o sofres».

Manolo Laíño también pertenece a esa porción de afortunados que se han llegado a reponer después de un ictus. A él le llegó el mes pasado. «Vin un venres de traballar, saímos de cea e fun logo para a casa. Á mañá seguinte, cando me quería levantar xa tiña a vista cruzada», relata el boirense, que no llegó a perder la consciencia. 

Traslado rápido

El barbanzano, de 57 años, con dos hijos y mecánico de profesión, cuenta con tono animoso que el suyo fue «un caso aparte, como me dixeron os médicos, que non daban crédito a que me recuperase tan pronto». «Foi todo moi rápido: entrei por urxencias no hospital de Barbanza e xa me trasladaron a Santiago nunha ambulancia medicalizada, alí metéronme un contraste para localizalo pero xa non o colleron. Non houbo forma de saber como foi», continúa.

Tardó solo tres días en recuperar el habla. «Non é que a perdera, é que pensaba dunha forma e falaba doutra, non era capaz de contestar ao caso», apunta. Y su ingreso en el hospital duró únicamente una semana. Aunque sigue de baja médica, insiste en que es «por precaución, para ver como vou evolucionando», aunque él se siente como si un ictus no se hubiera atravesado por su camino, asegura. La única huella que le constata en el día a día este episodio es que no ha terminado de recuperar la vista al cien por cien.

¿Ejercicios de recuperación? «Nada», responde tajante. El boirense se siente tan fuerte como antes, y de hecho, afirma que hace vida normal, como si nada de esto hubiera sucedido. Por curioso que parezca, Laíño, que parece de acero tras haber pasado por un ictus, afirma que «non me entrou o medo» a raíz de ello y se esfuerza por convencer a los suyos de que no deben preocuparse ni mimarle más de lo que hacían antes.

A Manolo le queda un mes de baja médica, pero está dispuesto a reincorporarse a su taller como si un ictus nunca se hubiera colado en su vida. Xelucho no ha parado, el pasado mes de mayo recibía de forma compartida el premio de Bergantiñán do Ano. Para los dos fue clave una reacción rápida. Sanidade recomienda vigilar «fala, forza e faciana». Para detectar señales de un ictus hay que comprobar si una persona puede decir de forma correcta palabras muy sencillas, si es capaz de elevar los brazos a la misma altura durante diez segundos y si puede sonreír enseñando toda la dentadura. Si la respuesta es «no», hay que llamar al 061. Porque, como saben Manolo y Xelucho, la vida puede seguir.