«Sientes, tienes emociones, pero es como si el cerebro estuviese quemado»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

SOCIEDAD

José es uno de los 35.000 gallegos que se enfrentan a una nueva vida tras sufrir un daño cerebral

27 oct 2016 . Actualizado a las 13:27 h.

En diciembre del 2014 José, un ourensano que en aquél momento tenía 45 años, esperaba ilusionado la llegada de su tercer hijo. Sin embargo la vida le deparó otro cambio bien distinto: una meningoencefalitis lo mantuvo ingresado en el hospital casi un mes; aunque él solo tuvo conciencia de ello durante la última semana. «En ese momento no sabía ni quién era, no recordaba ni los nombres de mi familia, ni los de las cosas, ni las vivencias anteriores. Sientes, tienes emociones, pero es como si el cerebro estuviese quemado y no funcionase. Fueron momentos de mucho agobio».

Él no lo sabía entonces, pero acababa de entrar en el grupo de personas DCA (con daño cerebral adquirido) un colectivo que aglutina a más de 35.000 gallegos y al que, según la federación de asociaciones que trabajan para ayudarles, incorpora a 7.000 más cada año. Los ictus, los accidentes de tráfico o laborales con traumatismos craneoencefálicos y algunas enfermedades infecciosas en el cerebro son las causas que están detrás de un cambio de vida radical. No solo para los afectados, también para sus familias.

«Yo lo pasé mal y hubo momentos anímicos muy bajos, con ganas de tirar la toalla, sobre todo cuando te vas dando cuenta de tu nueva realidad; pero sin duda quien peor lo pasa es la familia. Ellos son conscientes desde el principio, incluso cuando tú no tienes la capacidad de entender el problema que tienes. Y se encuentran con una persona completamente distinta, a veces incluso agresiva por su propia frustración de no poder expresarse, con un comportamiento diferente, que incluso ha olvidado las normas sociales», señala José, que coincide con las demandas de los colectivos que destacan la necesidad de, no solo de garantizar la continuidad en los cuidados una vez salen de la etapa más crítica, sino también procurar que las familias reciban más apoyo institucional.

José aún se sorprende hoy de la capacidad de superación y la paciencia de su mujer que, además de afrontar en esas circunstancias su nueva maternidad tuvo que asumir también que el recién nacido llegase con problemas y estuviese más de un mes ingresado. Algo que, sin embargo, a José le sirvió de revulsivo para afrontar de manera positiva su nueva realidad y la fase de rehabilitación. «Me ayudó a hacer fuerza para recuperarme cuanto antes y él [su hijo] ha venido conmigo a todas las sesiones y todas las revisiones».

José ha vuelto a incorporarse a su puesto en una entidad asistencial para la que trabajaba este verano. «Yo no me considero ejemplo de nada. Yo he tenido suerte. Estoy dentro de ese porcentaje pequeñito que puede recuperar su vida anterior; pero lo normal es arrastrar secuelas físicas o intelectuales durante el resto de tu vida», recuerda José. Él solicita apoyo y recursos para asociaciones que, como la ourensana Renacer, en la que el pasó un año, trabajan con los afectados y sus familias para intentar recuperar las capacidades de los afectados por DCA y para ayudarles a afrontar que su nueva vida será muy diferente a la anterior pero también dejando claro que «merece ser vivida, como dice su lema».