La superbacteria inmune al fármaco más potente dispara la alerta sanitaria

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Resistencia a los antibióticos
La Voz

Existe el riesgo de quedarse sin antibióticos efectivos para enfermedades infecciosas

28 may 2016 . Actualizado a las 14:37 h.

«Este es el final del camino para los antibióticos, a no ser que actuemos rápidamente». Esta advertencia, lanzada ayer por Tom Frieden, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, no es en absoluto nueva, pero ahora los especialistas empiezan a ver las orejas al lobo y la realidad empieza a superar los peores presagios. Por primera vez en Estados Unidos vez una cepa de la conocida y temida E. coli, considerada como una de las grandes superbacterias, ha resistido al tratamiento con colistina, el antibiótico de último recurso que se suministra a los pacientes cuando los demás no funcionan, lo que cada vez es más habitual.

No tuvo el menor efecto cuando se administró a una mujer aquejada por una infección urinaria provocada por la E. coli., lo que ha hecho saltar las alarmas en el país. Podría ser un caso puntual, pero la realidad demuestra que lo ocurrido en Estados Unidos no es un hecho aislado. Existen precedentes en otros países. La resistencia a la colistina, originada por el gen mcr-1 en el plásmido de la bacteria, se documentó por primera vez en China a principios del pasado año, tanto en animales, donde cada año se suministran 12.000 toneladas de este antibiótico al ganado, como en humanos. El fenómeno se reprodujo luego en otras naciones del sudeste asiático y se extendió también a Europa, donde han surgido casos en Gran Bretaña, Francia, Italia o España. Existen estudios, de hecho, que revelan que en España se han detectado resistencias a la colistina en el 0,15 % de los pacientes a los que se les administra el antibacteriano, lo que se hace fundamentalmente en hospitales. Es, de momento, un porcentaje muy bajo y se trata de supuestos aislados, pero una vez iniciado el proceso ya no tiene vuelta atrás y este medicamento de último recurso también dejará de tener efecto más pronto que tarde.

«Lo que se está viendo con la colistina es algo que ya habíamos comprobado con anteriores antibióticos, que dejan de ser eficaces por la resistencia de las bacterias. Es un proceso cíclico. La predicción es que a corto o medio plazo no tendrá efecto, probablemente en pocos años», explica Germán Bou, jefe de Microbiología en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y participante en un proyecto europeo dirigido a la búsqueda de antibióticos más selectivos y resistentes.

La colistina es un antibacteriano de último recurso, pero tampoco es el único. Existen otros como la pigeciclina o los aminoglucócidos, pero si su uso se vuelve frecuente el resultado final será el mismo.

Menos opciones terapéuticas

La situación es especialmente grave a la hora de atacar los bacilos Gamma Negativo, entre los que se encuentran la E. coli y una amplia gama de microbios que provocan una multitud de infecciones, desde la neumonía a la gonorrea, pasando por el botulismo, sepsis, meningitis o fiebre tifoidea. «Aún tenemos opciones terapéuticas, pero es cierto que cada vez hay menos y que nos podemos encontrar con una situación muy grave a corto plazo», alerta Bou. Ahora puede parecer exagerado, pero si no se encuentran nuevas alternativas podría llegar un momento en el que la gente se muera, por ejemplo, por una neumonía. De hecho, la OMS ya ha alertado que sin antimicrobianos eficaces para tratar y prevenir infecciones se podría poner en peligro el éxito de intervenciones médicas como los trasplantes de órganos, la quimioterapia contra el cáncer o las operaciones de cirugía mayor.

El desarrollo de nuevos medicamentos aún no es una prioridad porque no son rentables

El verdadero problema es que apenas se producen nuevos antibióticos que sustituyan a los que ya no sirven. De hecho, la colistina es un fármaco viejo. Fue descubierto en 1949 y se comenzó a utilizar a finales de los años 50, aunque en los 80 dejó de usarse porque era muy tóxico y provocaba importantes efectos adversos en el riñón y el sistema nervioso de los pacientes. Aun asumiendo estos riesgos volvió a utilizarse en los últimos años como último recurso, al igual que otros de hace décadas, tras comprobarse que los más comunes no funcionaban porque los bacilos se habían adaptado a ellos.

La solución que podría revertir esta situación pasa por la búsqueda de nuevos medicamentos que sorteen las defensas que les plantean los microbios. Pero la introducción de nuevos antibióticos en el mercado resulta cada vez más excepcional. ¿Por qué? Porque a las grandes compañías farmacéuticas ya no les interesa invertir cantidades multimillonarias en producir nuevos tratamientos que dejarán de ser eficaces al cabo de unos años a causa de la mayor resistencia de las bacterias. Su margen de beneficio es escaso o nulo y su rentabilidad muy limitada. «Las farmacéuticas -explica el microbiólogo Germán Bou- prefieren centrarse en tratamientos para patologías crónicas». La OMS y las autoridades sanitarias ya han hecho más de un llamamiento para que se revierta la situación. Pero ahora la situación es urgente.

Un microbio de «pesadilla», pero no es el único

«La colistina es un viejo antibiótico, pero era el único que nos quedaba para lo que yo llamo una bacteria de pesadilla», destacó Thomas Frieden, director de los Centros para el Control y la Prevencion de Enfermedades de Estados Unidos. La E.Coli es una superbacteria, como la Staphylococcus aureus (MRSA) o la Klebsiella pneumoniae. La resistencia a los antibióticos ya es la responsable de 25.000 muertes al año en Europa. Y las cifras van en aumento.