Esta mala práctica habitual entre los niños puede causar problemas como infecciones o deformaciones en uñas y dientes
15 jul 2015 . Actualizado a las 19:41 h.La onicofagia, o el hábito de morderse las uñas afecta a un 45 % de los niños y a un 10 % de los adultos, según un estudio publicado en Biomed Central. Se trata de un trastorno nervioso leve, pero que puede acarrear ciertos problemas.
Se empieza a desarrollar entre los cuatro y seis años, llegando a su culmen entre los diez y once. Muchas veces remedios como líquidos repelentes solucionan este problema, pero en otros casos el trastorno continúa.
Morderse esta parte del dedo facilita el transporte de gérmenes a estas zonas, pudiendo causar panadizo, una inflamación muy dolorosa de las partes blandas del dedo. Además, las uñas se debilitan y pueden crecer deformes.
Muchas personas no se quedan en las uñas, sino que llegan incluso o morder la piel que las rodea, causando heridas que pueden infectarse. Una de estas partes exteriores a la uña, la cutícula, protege y sella las uñas para evitar infecciones, por lo que en su ausencia hay muchas más posibilidades de sufrirlas.
Los dientes también sufren con esta práctica, llegando a desgastarse. Incluso es posible contraer infecciones bucales o internas causadas por virus, bacterias o hongos provinientes de las uñas y su superficie.
Mantener las manos ocupadas, buscar sustitutivos como chicles o raíces de regaliz, hacer ejercicios de relajación o limarse las uñas son algunas de las prácticas que ayudarán a evitar esta mala costumbre.