La carretera de la costa que tapó ventanas al mar aún tiene encanto

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

MARÍA HERMIDA

¿Cuántas veces se puede ver el océano desde el vial que va de Pontevedra a Sanxenxo? «Poucas», dicen algunos vecinos

13 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando uno va a conducir por un vial apodado carretera de la costa, se imagina un viaje inspirador, donde el azul del océano sea el telón de fondo de forma más o menos continua. ¿Ocurre esto en la PO-308, en el trazado que lleva desde Pontevedra hasta Sanxenxo? Ocurre, pero relativamente. En un viaje desde el puente de A Barca hasta el casco urbano sanxenxino, hablando sobre todo con paisanos que vieron cómo fue cambiando la fisonomía de la zona en las últimas décadas, se va comprobando la cantidad de ventanas al mar que se fueron cerrando. «Quedan xa poucas vistas, construíse moito, e iso que veu a crise», opinan dos paisanos que peinan canas y pasean, bastón en mano, por la zona de Raxó. Ellos recuerdan bien cuando «non había practicamente nada construído, soamente unhas casiñas» y entonces el viaje por la carretera sí era una continua postal sobre la ría.

Partiendo desde A Barca, la primera vez que se atisba con claridad el azul del océano es entre varias casas, en San Salvador de Poio. Ahí, los ojos dan directamente en la fábrica de Ence. Si se sigue al volante hacia Sanxenxo, no es hasta antes de entrar en Combarro cuando, por fin, se disfruta unos minutos seguidos de las vistas a la ría. Se para el coche. Y entra en escena un septuagenario que pasea a media mañana por el vial. «Eu paseo pola estrada e haiche moita xente de fora que para solo para ver o mar. Sobre todo, paran cando ven as mariscadoras traballando. Algúns estranxeiros quedan coa boca aberta cando as ven», señala el hombre.

Sigue el viaje. Justo antes de entrar en Raxó, hay una zona plagada de edificios. El mar desaparece entonces del mapa. Se vuelve a notar su infinita presencia junto al un mirador desde el que se ve Raxó, que anima a bajarse del coche y disfrutar de la ría. Allí está Juan. Él es de Raxó y, de las construcciones a pie de la PO-308, le dan pena muchas cosas. Mira hacia el que fue el restaurante Alborada, al pie del vial, lo ve cerrado a cal y canto y en un estado deplorable y dice: «Ata se facían vodas aquí e todo, é unha pena que estea así». Luego, divisa Combarro desde el mirador y explica: «Paran moitísimos autobuses aquí. É moi bonito ver Raxó dende aquí do alto. Tiña que haber máis sitios así ao longo da estrada, porque atraen a moita xente, aínda que sexa difícil parar porque por aquí mira que pasan coches todo o día».

Si se sigue hacia Sanxenxo, el hormigón vuelve a cegar la vista al mar en algunos puntos. En otros, afortunadamente, es el verde de los árboles el que se interpone entre el conductor y la ría. Ocurre en Nanín. Junto al mirador de Palacios, aparece Benito. Él también es de los que camina a diario por la PO-308 pese al aluvión de coches y la falta de aceras. Cuenta que, entre otras cosas, lo hace porque le gusta que cuando camina el mar aparezca de vez en cuando a lo lejos. Pero, insiste en las quejas de otros paisanos: «Que bonito era isto cando non había tanto edificio».