La «cabeza» de una red de castros

Alfredo López Penide
López Penide SANXENXO / LA VOZ

SANXENXO

A Lanzada fue un castro «atípico» que se romanizó y entabló contactos comerciales «de largo recorrido»

26 jul 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Un castro, una fortaleza, una necrópolis, una factoría de salazón... Son muchos los secretos que sobre su origen aún entierra el principal enclave turístico de Galicia, Sanxenxo, y que las distintas excavaciones en el entorno de A Lanzada han tratado de sacar a la luz. A fin de cuentas, Rafael Rodríguez Martínez y María Isabel Vila Franco consideran que «podríamos aventurarnos a decir que estamos en presencia de un yacimiento excepcional, que permite estudiar la evolución histórica de la zona con una secuencia completa entre el siglo VIII antes de Cristo y el siglo X después de Cristo». Ambos firman el estudio Moneda y cerámica romana aparecida en A Lanzada durante la campaña de excavación de 2010, que acaba de ser publicado en la revista Numisma.

Parten de la idea de que, en su origen, el yacimiento fue «un castro costero atípico, con un notable desarrollo en la segunda Edad del Hierro y una amplia tradición de contactos comerciales con el mundo mediterráneo». De hecho, no descartan que, en un momento dado de su historia, llegase a ser un port of trade o un emporia, esto es «uno de los escenarios principales del tráfico atlántico controlado por elementos púnicos gadiritas -Cádiz- que regularmente llegarían al noroeste en busca de abastecerse de materias primas, principalmente metales, aunque no exclusivamente».

En definitiva, A Lanzada «quizás fuese la cabeza de una red de castros emplazados en pequeños cabos o islas que se extiende por la ría de Arousa, todos ellos dotados de zonas para fondeadero y embarcadero, y arroyos próximos para el suministro de agua».

¿Y cómo establecen esta hipótesis? Pues a través de los restos hallados en las distintas campañas arqueológicas. En la última, hace seis años, los trabajos arqueológicos se centraron principalmente en un área datada el siglo II a. C., en la que se encontraron, además de materiales de catalogación y estudio, diecisiete monedas, una de las cuales es contemporánea -de la época de Isabel II- y las restantes, romanas. Lamentablemente, la mayor parte de las piezas están bastante deterioradas, lo que ha dificultado identificar su cronología.

Un denario de Tiberio, un as de Vespasiano, dos antoninianos de Claudio, un follis de Crispo, un centenionalis de Constantino I... Pese a lo que pudiera parecer el hecho de que solo se haya encontrado un reducido número de monedas es significativo y permite extrapolar conclusiones, en este caso, que la entrada de monedas fue escasa hasta los siglos I y II de nuestra era, siendo a partir del siglo III que comienza a llegar en mayor cantidad.

Paralelamente, se localizaron materiales cerámicos, «tanto indígenas como de importación griega, púnica, íbera o romana». Rafael Rodríguez y María Isabel Vila aluden a ánforas itálicas, neopúnicas, palestinas, mauritanas, narbonenses y africanas, así como a distintos tipos de cerámicas.

El estudio de ambos restos posibilita establecer que si en el siglo I a. C. el noroeste peninsular entra a formar parte del Imperio romano, «pero sin romper con las dinámicas anteriores», posteriormente la comarca, y consecuentemente Galicia, se fue abriendo «a círculos comerciales de largo recorrido».

En cuanto al yacimiento de A Lanzada, y a falta de que se concreten los nuevos descubrimientos que, a buen seguro, aflorarán con la excavación iniciada la semana pasada, los expertos intuyen que «una fractura o cambio en la forma y tipo de asentamiento a partir del siglo II d. C. (...) Los hallazgos de cerámica roja pompeyana, alguna lucerna y ánforas oleicas indican nuevos usos y costumbres de la población, que seguramente se adaptaría a los modos romanos».