Como los de antes, un «mariñeiro mariñeiro»

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

SANXENXO

CAPOTILLO

El mar es su pasión y la navegación su vida, en una ría que conoce mejor que la palma de la mano

24 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«A min me xubilaron hai dous anos, o mesmo día que xubilaron ao rei». Así bromea Antonio Martínez Paz, conocido por todos sus vecinos por Parapeta, el apodo familiar del que hace gala, tanto que lo puso en un libro de poemas que publicó hace unos años. Rimas e poesías do Parapeta, recalca. «Son as miñas vivencias en poemas», explica. Y es que este profesional del mar, de una familia de «mariñeiros mariñeiros» de Vicaño es polifacético: patrón de mar, motorista, escritor, coleccionista, vocal de comisiones de fiestas y costalero -«cargo tamén cos santos»-. Estos días expone en la sala Nauta, en el corazón marítimo de Sanxenxo, con una selección de los objetos raros, que atesora en su vivienda. Hay de todo, desde las mandíbulas de tiburones hasta restos de cerámica que las redes o los rastrillos arrancan al fondo arenoso. Hay objetos antiguos, como viejos leños con balas incrustadas, y los hay también modernos, como unas gafas de plástico o una caña de pesca que le trajo un amigo. Y es precisamente eso, amigos, lo que no le falta a Parapeta. Es imposible pasear con él por el puerto de Sanxenxo sin que a cada pocos minutos no se pare alguien para saludarlo o charlar con él. Lo conocen todos.

Su amor por el mar, su pasión, la lleva en la sangre, siguiendo el ejemplo de su familia. El rapaz, desde muy pequeñito lo tenía claro. Lo suyo era soñar con surcar los mares y también, de paso, conocer Estados Unidos, aunque este último deseo se transformó en una decepción porque cuando por fin estuvo allí, no le gustó nada.

Al rememorar su vida, destaca que con 9 años, a escasos días de cumplir los 10, su padre se rompió el esternón. Había que atracar uno de los dos barquillos de remos que tenían y no podía hacerlo. Allí se ofreció Antonio como si fuese un experto marinero. «Eu era como unha chisca», vuelve a bromear cuando lo recuerda. Lo hizo, ayudado por otros marineros más, y desde entonces su destino quedó sellado: el mar.

Trabajó en pesqueros y en la marina mercante. Estuvo con Pescanova en Sudáfrica e hizo una travesía en un bulk carrier de Bélgica a América. Luego se estableció en Sanxenxo. Ya casado, no le apetecía irse lejos y la mayor parte de su vida profesional la continuó en el Óscar, su pesquero de bajura con el que trabajó durante décadas en la ría. «Era o meu barco oficial, agora teno un meniño de Combarro que está máis contento con el que se lle tocase a lotería», manifiesta.

En la sala Nauta atiende a las visitas y enseña una a una las piezas que ocupan cada milímetro de las mesas de exhibición. «Eu empecei a coleccionar por curiosidade, vía que o mar ía a menos e que todas estas cousas estaban aí», se justifica. Además, añade que en el mar no se suelen apreciar estas cosas, pero para él si tienen su valor. «Nun barco, o primeiro que se fai se algo ven no aparello é coller o martelo e esmagalo para librar a rede e botala de novo». Entonces empezó a escoger, entre lo que se subía a bordo, aquello que los demás desechaban. Otros objetos se los traen amigos y familiares.

¿Qué encontró? De todo. Tiene animales hoy escasos, otrora habituales, conservados en botes. Tiene dos mandíbulas de tiburón, una vértebra con su disco de una ballena, brújulas con sus cajas, corales, un pez ballesta, «disecado natural» como lo describe, platos, trozos de cerámica y así una pieza y otra y otra y otra.

A los niños les encanta ver estos objetos -los ha llevado a varios centros de Sanxenxo y Meaño- y Parapeta disfruta contándoles a los pequeños esos secretos del mar que los dejan con la boca abierta. «Os nenos nin respiran», relata cuando describe las visitas a los colegios. Hay algo que les gusta tocar y ver más que otras: los dientes de los marrajos y el arma del pez espada. «Ou cando lles poño un ourizo nunha palangana e auga para que vexan como se move».