Concluyen dos meses de atascos evitables

SANXENXO

La paralización del desdoblamiento de la Vía Rápida de O Salnés hasta A Lanzada, desde hace años, contribuye a generar mayores retenciones

30 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acaban los dos meses solomillo del verano y los despedimos con titulares e imágenes de numerosos atascos en las carreteras más concurridas de Galicia. Las retenciones han sido una constante de esta temporada estival. Directamente proporcionales al aumento de visitantes, el incremento del tráfico interior y una mayor alegría en el consumo. Pero esas premisas no justifican las horas de penalización a miles de conductores atrapados en retenciones cuyo origen reside en decisiones políticas sobre el empleo de los dineros públicos.

Elegir es decidir entre alternativas. En suma, una cuestión de prioridades.

En nuestra tierra y en materia de obras públicas, tenemos contados ejemplos de racionalidad y demasiados de dispendio. Las dos principales arterias que comunican Galicia con la Meseta, las Autovías A-52 y A6 que tantos años de esfuerzo inversor costaron hasta su finalización, han permitido mejorar de modo mayúsculo el acceso a nuestra comunidad, recortando tiempo de viaje, mejorando la seguridad y todo ello se traduce en un incremento del turismo. Esas autovías son, por su propia concepción con calzadas independientes para cada sentido de la circulación, acceso limitado y sin cruces, un paradigma de buen empleo de los cuartos públicos, pese a que se estimaba que construir un kilómetro de autovía costaba 6 millones de euros (el dato es de 2013).

Dudo que podamos decir lo mismo del eterno AVE que se sigue construyendo y cuya rentabilidad -si los billetes no tuvieran un precio subvencionado- veremos cuando esté concluido y en servicio, compitiendo con los aviones que operan desde los tres aeropuertos gallegos a precios irrisorios (por cierto, también subvencionados).

Rentabilidad social

Del mismo modo que ocurre con las autovías, en las carreteras donde se decidieron y ejecutaron obras de desdoblamiento, las congestiones de tráfico han sido escasas en número e infinitamente menores en cantidad de afectados.

Durante estos dos meses no se han producido atascos en la autovía del Salnés gracias a los dos carriles en cada sentido, que fluidifican la circulación. Los problemas ocurrían al principio y final de esos tramos por los cuellos de botella que se organizan. Ejemplo palmario: el tramo entre Sanxenxo y la rotonda de acceso a A Lanzada, lo que queda de la mal llamada Vía Rápida del Salnés, con un único carril por sentido que suma peligrosidad y tráfico lento en cuanto aumenta la densidad de vehículos. Al producirse en los aparcamientos de A Lanzada la concentración de miles y miles de coches más, el caudal de vehículos que retornan desde los arenales de San Vicente, la estampa al atardecer en festivos y fines de semana, es una marea de automóviles a paso de procesión.

Pregunta: ¿es evitable? Pues sí. Al menos, paliable. Por eso decía que estamos ante situaciones hirientes que eran resolubles con una priorización de los escasos recursos públicos. Al lado mismo de la citada autovía, observamos dos parques empresariales que presentan un aspecto fantasmagórico. Son ejemplos paradigmáticos de erráticas políticas inversoras desde las Administraciones que han dispendiado fondos públicos en mastodónticos polígonos que no atraen. ¿Habrían estado mejor invertidos en completar el desdoblamiento para mejorar la accesibilidad a emplazamientos turísticos? Me parece que la respuesta es obvia.

El turismo es fundamental en el PIB de la provincia y de la comunidad. Nuestra capacidad de reclamo de visitantes es manifiestamente superior a la atracción de industrias que no tienen interés en radicarse ni en el parque empresarial de Barro-Meis con una ocupación parcial que medio salvará Froiz ni en el Nantes que es un predio desértico.

Si los números ayudan a tomar decisiones, ahí van unas cifras que son concluyentes aunque cada cual podrá interpretarlas según le cuadre. El coste de desdoblar los seis kilómetros y pico que restan entre Sanxenxo y A Lanzada era de 29 millones de euros, según el presupuesto que manejaba la Consellería de Infraestructuras de la Xunta hasta que a finales del 2012 decidió encerrarlo en un cajón. No se trataba de un coste desmesurado a tenor de los cientos y miles de millones de euros enterrados en la Cidade da Cultura o la Plisan de Salvaterra por citar algunos de los disparates más costosos.

El proyecto de desdoblamiento fue hibernado con el recorte de inversiones en obra pública que decidió aplicar Feijoo entre las medidas de recorte. Pero seguramente hay otra razón: el manifiesto fracaso del modelo de adjudicación con el llamado peaje en la sombra que se empleó.

Tanto la Autovía de O Salnés como la de Barbanza son gratuitas para quienes somos sus usuarios porque se construyeron con un modelo concesional por el que las empresas adjudicatarias (entre ellas NGB, ahora ABanca) adelantaron el dinero del coste de las obra más el mantenimiento. A cambio la Xunta les debe pagar anualmente, hasta 2035, un canon que fluctúa según el tráfico. Si circulan menos coches de los previstos, como ha venido sucediendo, la Administración también tiene que cubrir con dinero público ese déficit.

Probablemente estaremos ante una cuestión de concepto que antes o después deberemos respondernos Administración y ciudadanos: si las futuras autovías no se pueden construir y luego gestionar con fondos públicos, tendremos que asumir que sean de pago.