Los terrenos que se quedaron compuestos y sin novia de hormigón

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Si la crisis no se hubiese colado por el medio, los solares de la unidad 18 quizás ya estarían urbanizados; pero todo se paró

14 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los terrenos vacíos del polígono de A Eiriña o de la unidad 18, como se llama en el plan urbanístico, son el retrato perfecto de la crisis del ladrillo. Se trata de varios solares ubicados en calles con sus correspondientes servicios de alcantarillado por el medio, incluso con aceras y bancos, pero donde no se construyó absolutamente nada. De hecho, en estas calles, llamadas Paxariñal o Río das Leitugas, lo único que crece es el verde, que según los vecinos se desmadra sin que se le ponga control alguno. Por si no llegase con ver el entorno sin viviendas, solo lleno de verde, para hacerse una idea de cómo la recesión hizo bajar la fiebre de la construcción a ritmo acelerado, en el polígono hay otros dos símbolos clarísimos de lo que supuso el estallido de la burbuja. Allí está, en uno de los solares, una vieja grúa, que seguro que fue clave para levantar muchos edificios, durmiendo sobre la hierba con sus hierros amarillos. A su lado yace una caseta de obra a la que la maleza ya casi devora.

Pero el paseo en el polígono de A Eiriña no empieza en los solares vacíos. Hay que pararse antes a beber un trago de agua en la fuente pegada a la calle Joaquín Costa. Al igual que la grúa parada y la caseta de obra son símbolos de la crisis del ladrillo, la fuente de piedra que hay en ese jardín de palmeras es un vestigio del pasado. Ella sola resume muchas cosas del antiguo barrio de A Eiriña, uno de los más genuinos de Pontevedra, donde convivían familias pudientes con otras bastante más humildes. Esa fuente antes estaba pegada a la casa de la familia Gil, en la esquina de Joaquín Costa con la travesía de A Eiriña, una vieja vivienda todavía en pie que también recuerda al viejo barrio. Unos jóvenes se paran a coger agua. «Está buena», sentencian a coro los chavales. En ese momento, un hombre que pasea a tres perros por la zona mira hacia los solares vacíos del polígono de A Eiriña y exclama: ¡Mira cómo está eso, es increíble que no lo limpien tratándose de solares en medio de la ciudad!». El vecino en cuestión añade que él mismo vio ratas de tamaño considerable entre la maleza y que el terreno está preñado de basura.

Numerosos aparcamientos

Efectivamente, si se da una vuelta por los solares sin edificar se encuentran bastantes desperdicios, sobre todo latas y botellas. En esa ronda uno también se da cuenta de que las calles, ya que no funcionan como zona residencial porque no hay edificios en ellas, sí son un lugar fetiche para aparcar: tienen estacionamientos en batería que están de bote en bote todo el día.

A media mañana, no es difícil toparse con ciudadanos por la zona de los solares. Algunos están vallados y otros no. El entorno se ha convertido en un sitio idóneo para sacar a correr a los perros. De hecho, quienes pululan por allí lo hacen, en su mayoría, acompañados por sus mascotas. Las quejas por la falta de limpieza son generalizadas. Eso, y los recuerdos sobre los proyectos frustrados para la zona, como un centro de la ONCE.