Tonucci: «Mi esfuerzo es hacer visible lo que posiblemente piensan los niños»

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

El pedagogo asegura que lleva «50 años aprovechándose de los errores de los adultos»

26 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació con una viñeta en la que un niño le preguntaba a su madre embarazada dónde estaba su hermanito y ella, por miedo a que decirle que dentro de su panza le sonara mal, le respondió que en su seno. En el siguiente dibujo el pequeño le cuenta a un amiguito que su mamá iba a tener dos bebés, uno por cada seno. Esa fue la primera reivindicación que hizo Frato por la falta de comunicación entre adultos y niños. Estos prefieren no decir que lo piensan por si reciben un castigo, y los mayores, porque creen que sus hijos no van a ser capaces de entenderlo. Ni una cosa ni la otra son correctas y, mientras no cambien, está este alter ego de Tonucci, Frato, para hacer de intermediario.

Por eso el hecho de que sus personajes no tengan nombre ni personalidad -reaccionan todos igual, no tienen un carácter marcado- es intencionado, no casual. Solo el pelo distingue a los niños de las niñas, pero nunca su clase social, procedencia o gustos. Los protagonistas pueden ser cualquiera de los hijos o de los alumnos de cualquiera de los lectores padres o maestros.

Fue Frato, y no Tonucci, quien se presentó ayer ante la prensa, la presidenta y vicepresidente de la Diputación, Carmela Silva y César Mosquera, respectivamente. El hombre con DNI y cuenta corriente se quedó en el hotel con sus intervenciones preparadas y sus folios escritos. Y, en su lugar, su alter ego comenzó a improvisar, echando mano de sus recuerdos e inicios.

La Revolución del 68

El pedagogo italiano, que ha encontrado en los gobierno local y provincial pontevedrés fieles admiradores de su forma de ver la vida, fue ayer muy claro: «Mi esfuerzo ha sido hacer visible lo que posiblemente los niños piensan», porque, en realidad, no hay muchas formas de averiguarlo. Por eso lleva 50 años aprovechándose, según sus propias palabras, de las ambigüedades que generan los padres y maestros con sus hijos y alumnos. «Las viñetas -resume Tonucci- salen de los errores de los adultos», y detrás de ellas «está la idea de que la relación entre mayores y pequeños debería ser otra, y no así, ambigua». De hecho, muchas de ellas están inspiradas en casos reales, en anécdotas que los propios niños o sus tutores le cuentan.

Y, error a error, el investigador que dibujaba se convirtió en un dibujante que investigaba. El estudioso tenía miedo de que dedicarse a hacer viñetas fuese poco digno. Y un día, un psicólogo que le mostró un test sobre agresividad en adultos, le pidió que hiciera algo similar pero para niños. Y llegó la Revolución del 68 y, aunque en España tocó de una forma más tangencial, Europa sí se vio invadida por una revolución que permitió a los estudiantes tomar las escuelas junto a los obreros, y en la que los intelectuales se vieron obligados a buscar una forma de comunicación más directa con la gente.

Y fue entonces cuando sus viñetas, que nunca terminaron de llegar a sus verdaderos destinatarios, los maestros, lo hicieron. Y Frato comenzó a ser conocido y a adquirir cierta fama, mientras Tonucci seguía oculto tras sus investigaciones. «Mucha gente no sabía que eran la misma persona, y a mí me gustaba ese juego, ese disfraz», reconocía el italiano poco antes de comenzar su apretada agenda por O Salnés.