Atención especializada para el usuario cuando falta la memoria

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Afapo gestiona desde el 2012 este servicio de la red pública de la Xunta que dispone de 35 plazas que siempre están cubiertas

23 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ralentizar al máximo un deterioro que es irremediable, mejorar la calidad de vida de los pacientes y dar un respiro a las familias son los tres objetivos que persigue el centro de día de alzhéimer de Pontevedra. Ubicado en la calle Padre Sarmiento de Gamboa, abrió sus puertas hace más de cuatro años y pertenece a la red pública de la Xunta.

Lo gestiona la asociación Afapo. Su presidente, José Manuel Fontenla, subraya que se trata de un servicio «especializado» de ocho horas al día que cuenta con profesionales para cada función. Aunque arrancaron con 28 plazas, hoy disponen de 35. «Podríamos albergar hasta un máximo de cuarenta, pero eso depende de la Xunta», explica Ana María Agís, trabajadora social y coordinadora del centro. Aunque Afapo no tiene acceso a la lista de espera, siempre hay demanda de plazas y cuando se produce una baja no tarda en cubrirse.

El color preside el centro de día ya desde la entrada. Dentro tampoco falta. Predomina el verde y el amarillo. El personal también viste de verde y de morado (auxiliares de enfermería). Ana María Agís guía el recorrido por las instalaciones. Tras la recepción y empezando por la izquierda están las taquillas blancas de los usuarios. Los enfermos de alzhéimer tienen su casillero personalizado. Pero no con su nombre, sino con una foto. Se guarda la prenda de abrigo que traen puesta y una muda, además de un neceser. Si algo se usa se marca en una figura que está pegada en papel en cada taquilla para que se sustituya.

Los despachos de administración y dirección, la lavandería y la cocina son otras estancias. Manteles y baberos son las principales prendas que se lavan. En la cocina se preparan solo desayunos y meriendas porque la comida la sirve un cátering, cuenta Ana. Es viernes y como cada viernes toca sesión del equipo técnico en la sala de reuniones. En esa ala del centro también están los baños y vestuarios del personal. El centro cuenta con 17 trabajadores.

Otro despacho es el que comparten médico y enfermera. El facultativo pasa un día a la semana y Andrea, la enfermera, está todas las mañanas. Relata que, además de tener alzhéimer, los usuarios son pacientes polimedicados y con trastornos de conducta a los que hay que hacer un seguimiento. «Cuando detectamos cualquier cambio hablamos con la familia para que lo remita al médico de cabecera», apunta.

En la sala polivalente, la más grande del centro, participan en talleres de estimulación cognitiva dos grupos de pacientes. «Según el estadio de la enfermedad y en función de las capacidades que conservan y que han perdido se asignan a un grupo», señala Ana. El grupo 3 es el más grave. Tocan objetos ayudados por las auxiliares, se emplean cajas y mantas sensoriales con cremalleras, pinzas y botones. Los del grupo 2, separados por una mampara, pintan y marcan números. Los baños de los usuarios, las salas del psicólogo y de fisioterapia y el taller 1 completan los 525 metros cuadrados del centro.