David Oubel responderá ante un jurado popular

PONTEVEDRA CIUDAD

Capotillo

El caso del presunto parricida de Moraña presenta muchas coincidencias con el de José Bretón condenado por asesinar a sus hijos Ruth y José en Córdoba

19 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Del mismo que la pérdida de un ser querido requiere elaborar un duelo para asumir esa ausencia, una sociedad conmocionada por un crimen terrible necesita purgar ese horror con un juicio y una condena que ayuden a restituir la confianza en el sistema. La sociedad pontevedresa, particularmente los vecinos de Moraña, precisan esa expiación. Urge que se siente en un banquillo y se juzgue a David Oubel, acusado de dar muerte de forma cruel y con retorcido ensañamiento a sus dos hijas menores Amaya y Candela, de 9 y 4 años respectivamente.

El sumario estableció que las drogó con un cóctel de barbitúricos para eliminar cualquier posibilidad de autodefensa para matarlas con una sierra radial. Actuando con una frialdad que hiela la sangre siquiera imaginar. En el caso de la niña mayor, más fuerte y que opuso resistencia, la ató con cinta americana. Cuando la degolló, la niña forcejeaba por escapar…

Por eso estremece la intención de su defensa de instar la libre absolución de Oubel, alegando enajenación mental, según acaba de trascender esta semana. Respetable estrategia jurídica aunque indigesta frente a la contumacia de las pruebas reunidas que describen a un padre que planificó asesinar a sus hijas con premeditación y alevosía.

Frente a semejante planteamiento de la defensa, la Fiscalía solicita por primera vez en toda España desde la última reforma del Código Penal, que Oubel sea condenado a prisión permanente revisable. En suma se trata de una reformulación de la anterior cadena perpetua, aceptada por los legisladores para castigar ejemplarmente crímenes que provoquen una enorme alarma social por sus connotaciones.

Escena dantesca

La imagen dentro de la vivienda donde ocurrieron los hechos aquel 31 de julio de 2015 era dantesca. Un auténtico baño de sangre. Un suceso tan horripilante que estremeció a veteranos guardias civiles, al fiscal a quien aún recuerdo hablando con voz quebrada ante los medios informativos incapaz de asumir semejante barbarie, y que marcó a todo el personal sanitario, forense, judicial y funerario que acudió aquel día al lugar del crimen.

Ese proceso de purga social que se requiere para superar el horror de un caso así se materializará en el juicio con jurado popular que se desarrollará en la Audiencia de Pontevedra, según el procedimiento que ya se ha confirmado y cuyo trámite se sigue. Presumiblemente se celebrará antes de agosto. Entonces once ciudadanos ?nueve titulares y dos suplentes- escucharán los pormenores durísimos del caso que se expondrán durante las jornadas de vista oral para a continuación encerrarse a deliberar y argumentar un veredicto.

Justicia que emana del pueblo

La ley del jurado que tuvo como ponente principal a Luciano Varela, magistrado pontevedrés actualmente en el Tribunal Supremo, nació en 1995 con la vocación de que la ciudadanía participe activamente y se implique en la administración de justicia. Por esa razón, no todos los ilícitos son enjuiciados con tribunal de jurado, sino solo un catálogo de casos que incluyen los crímenes más execrables como asesinatos, homicidios, parricidios (el que atañe a Oubel) así como otros delitos de especial repercusión social como cohecho, prevaricación y malversación de caudales públicos protagonizados por funcionarios y cargos públicos. Esa fue la explicación de que un jurado entendiese el caso de los trajes de Francisco Camps, el expresidente autonómico valenciano. Aunque a la mayoría de ustedes les sonará más que fueran un tribunal de ciudadanos los que decidieran condenar a Charo Porto y a Alfonso Basterra por la muerte de la niña Asunta en Compostela o a las dos cuidadoras que asesinaron a Secundino Prego, un jubilado que residía en Chancelas a quien mataron con la pretensión de repartirse sus bienes. Aunque probablemente el caso de Oubel presente más concomitancias con el caso de José Bretón, el padre que mató y quemó a sus hijos Ruth y José de 6 y 2 años en una finca de Córdoba. Por la planificación, la ejecución y el carácter despiadado mostrado por Bretón, el caso presenta unas pasmosas similitudes con la barbarie atribuida a Oubel. Y además existe otra coincidencia: tanto el parricida cordobés como el de Moraña estaban separados de sus cónyuges y ejercían el derecho de visita de sus hijos menores en el momento en que acontecen los respectivos crímenes.

No hay condena mediática

Habrá quienes dirán que David Oubel «ya está condenado» por el juicio paralelo mediático que inevitablemente se orquesta por la tremenda repercusión de los hechos. Como periodista he vivido esa misma situación antes. Por ejemplo con el caso de la niña de Teo.

Me irrita esa simpleza. Considerar lerdos y manipulables a los ciudadanos que resulten elegidos para integrar aquel o este jurado es una falta de respeto a la inteligencia de esas personas. Y otorgar muy poco crédito a un modelo de juicio que plasma como ninguno que la justicia emana del pueblo. Los jurados no irán a juzgar a Oubel como antes ocurrió con Bretón, Basterra o Porto con un veredicto tomado de antemano. Escucharán al abogado, a los acusadores y a los testigos. Y será la pericia de unos y la solvencia de las pruebas y los testimonios los que inclinarán el veredicto.