La calle con físico horrendo que esconde belleza en su interior

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

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La suma del viejo cuartel arruinado o zonas con maleza contrastan con el cariño que el vecindario tiene a su entorno

14 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Estéticamente, la calle Casimiro Gómez de Pontevedra, es difícil de defender. Se trata de una cuesta bien empinada que empieza mal, con la imagen del viejo cuartel agonizante, y acaba también pésimamente, en el entronque con Fernando Olmedo, donde hay una isleta de coches revueltos y una finca abandonada. En medio, la cosa tampoco mejora demasiado. Hay bajos desocupados por doquier, un aparcamiento de tierra poblado de charcos y con maleza y basura regada por todas partes y las aceras, comparándolas con las de otras zonas de la ciudad, son estrechas. En fin, que en principio la calle es difícil de defender. Pero, ojo. Cuando uno habla con los vecinos, aunque echan pestes contra el estado que presenta la vieja Comandancia, se da cuenta de que el lugar tiene su encanto. Entre otras cosas, porque gracias a calles como está el mundo es un poco más justo. No en vano, aglutina tres espacios relacionados con la exclusión social.

Empezamos de arriba a abajo. El cuartel que agoniza a pasos agigantados, tal y como la asociación de vecinos denuncia con insistencia ante la Subdelegación del Gobierno, es un despropósito de cabo a rabo. Por los huecos por los que se puede mirar hacia el interior se ve desde maleza hasta papeles tirados pasando por el mobiliario convertido en una jungla. Pese a que está tapiado por todas partes para evitar la presencia de indigentes, actualmente no falta quien duerma dentro, en lo que era la garita y en unas condiciones insalubres. Distintos vecinos señalan que, además del feísmo que aporta el edificio, a veces el hedor que emana es insoportable.

Si se sigue bajando la calle, otra de las cosas que llama la atención es la coincidencia de espacios destinados a personas en riesgo de exclusión. Está, por una parte, el albergue Calor y Café. Por la otra, el hecho de que en los bajos de la iglesia hay reparto de ropa por parte de Cáritas. Y, a mayores, desde hace una década, el centro Reto de rehabilitación de las drogas tiene ahí su local de venta de muebles, ocupando el espacio de un antiguo supermercado Día. Desde su interior, uno de los vendedores señalaba ayer: «Estamos contentos aquí, el vecindario es agradable».

«Se hace vida de barrio»

Esa misma frase, la de que los vecinos son amables, la repetía una mujer entrada en años: «A mí la calle me encanta, porque tienes todo a mano, desde el supermercado hasta cualquier otra cosa, y somos muchos los que nos conocemos desde hace muchísimos años. Por ejemplo, hay muchos guardias mayores, porque antes al estar el cuartel vivían aquí», indica. Un comerciante, también contento con la zona, corrobora su testimonio, y añade: «Cuando me instalé aquí fue una pasada, vinieron un montón de vecinos a darme las gracias por venir para aquí, me recibieron de maravilla. Aquí se hace vida de barrio». Vista así, Casimiro Gómez es una calle infinitamente más linda que solo mirando su físico.