Pontevedra reivindica el arte de acción

PONTEVEDRA CIUDAD

Capotillo

Alumnos de Belas Artes realizan cuatro «performance» que llamaron la atención, y mucho, en varias zonas de la ciudad

02 dic 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Una chica que hace abdominales tendida en el suelo al tiempo que va comiendo una tarta que sujeta un hombre sentado en una silla. Varios viandantes y conductores se toparon ayer por la mañana con esta escena, que no dejó indiferente a nadie y suscitó más de una pregunta. «¿Qué es esto?», se interesa una señora. «Es una performance en el marco de un congreso sobre arte de acción», se le responde. La mujer asiente perpleja en el exterior de la Casa das Campás.

Y es que la microacción que realizó Acacia Ojea fue de las más llamativas. Fue la segunda que se llevó a la calle tras la inauguración del Congreso de Arte de Acción, denominado Fugas e Interferencias. Acacia Ojea es una de los cuatro alumnos de la asignatura Proyectos de Arte de Acción, de 4º curso del grado en Belas Artes. Su respiración al tiempo hacía abdominales y comía tarta se hacía cada vez más audible dentro del silencio que rodeó la acción. Pero, ¿cuál era el mensaje que quería transmitir? Alba Blanco, miembro del comité organizador, lo explica: «Acacia Ojea está trabajando sobre la sumisión femenina en el patriarcado y cómo incentivar un empoderamiento». Difícil de entender para un profano en la materia, desde luego.

Antes que Acacia, inició las microacciones Pino. Arrancó limpiando zapatos dentro de la Casa das Campás, y salió con varios pares ya limpios y atados a sus zapatos al exterior del edificio. Lo que hizo fue «un ejercicio poético sobre la superación, el dejar atrás los obstáculos». Otra performance incluyó un recorrido hasta la plaza de España. Diego Pazó usó unos bloqueadores de articulaciones en sus piernas. Muchos se pararon al verlo andar a cuatro patas. «¿Y eso es arte?», se preguntaba más de uno. La pregunta que no suele faltar. Diego Pazó busca transgredir las convicciones sociales del espacio público mediante la anulación de la estructura bípeda. Según sus palabras, pretende «mecanizar el cuerpo para reanimalizarlo y cuestionar la censura impuesta sobre el comportamiento humano en el espacio público».

Charlotte-Lily Tomlinson, vestida de verde y con una cesta de manzanas, cerró las microacciones. Ella concibe la acción como algo muy ritual, «un intercambio entre público y performer».