El largo viaje de las algas: de la ría a la viña

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

MARTINA MISER

Restos vegetales de playas de Pontevedra y Vigo se convierten en abono de viñedos gallegos

03 oct 2016 . Actualizado a las 23:29 h.

Las algas tiñen de verde, como un prado, las playas del fondo de las Rías Baixas todos los veranos. Es la estampa que inquieta a más de un turista que llega por primera vez a Pontevedra o a Vigo y no sabe si atreverse a cruzar los restos vegetales que flotan en la orilla para poder darse un chapuzón a unos metros más allá en aguas más nítidas. Los concellos, conscientes del poder disuasorio de las algas para el turismo, se esmeran en su retirada, como si el mar, más que un ecosistema vivo fuese un espacio estéril tan pulcro como un laboratorio.

En otro frente, en este caso el marisquero, la proliferación de las algas les va más directamente al bolsillo. A más algas, menos marisco. La ecuación es sencilla. La acumulación de los restos vegetales marinos sobre los bancos marisqueros provocan que los bivalvos, enterrados en la arena, tengan más dificultades para respirar. Almejas y berberechos se debilitan y pueden llegar a morir en gran número. Y menos marisco significa también menos ingresos para cientos de profesionales del sector de a pie y de a flote de las cofradías de pescadores de las Rías Baixas.

Así pues, las algas trastornan los planes de muchos concejales de Turismo y Medio Ambiente, así como de los mariscadores. Lo que alborota a unos era una bendición en el pasado para otros. «Era», nunca mejor dicho. Generación tras generación los gallegos han bajado a la playa para acarrear toneladas y toneladas de algas para convertirlas en abono. Eso es algo que ahora parece casi del pasado. El abandono masivo del campo tiene su repercusión en las playas. Ya nadie baja con un chimpín o con una pala y una carretilla para cogerlas de la arena. Es un síntoma más del deterioro de la agricultura. Y esta falta de interés entre los vecinos tiene su consecuencia abrumadora en concellos y profesionales del mar porque, aunque se esfuercen por retirar los restos marinos de playas y bancos marisqueros, ¿qué hacer con ellos después?

Las soluciones son casi tan variadas como los propios colectivos afectados. En algunas cofradías y Concellos el problema sigue irresoluto. En Marín, el Concello las entierra en la playa. En Redondela, la cofradía las acumula en una batea hasta que alguien las pide para abono. En Vilaboa intentarán poner en marcha un plan piloto con el Ayuntamiento. No hay una varita mágica, eso queda claro.

Después de probar mil y un sistemas, con escaso resultado, las tres cofradías del fondo de la ría de Pontevedra -Raxó, San Telmo y Lourizán- acordaron el envío de estos restos vegetales marinos a una planta de tratamiento para su reciclaje.

La solución elegida por estos tres pósitos es Ecocelta, en Ponteareas, donde las toneladas de algas de la ría se secan y se transforman en uno de los componentes de compostaje natural necesario para cierta clase de cultivos exigentes. Y entre los suelos en los que acaban estos productos de compostaje están viñedos de tres provincias. Al Albariño o a los caldos de la Ribeira Sacra y también de O Ribeiro, el compost vegetal, con algas entre otros elementos, les sienta bien.

Esta campaña estival, el manto verde se ha hecho de rogar. Apareció tarde, sobre agosto, y no en todas partes. La costa de Poio fue la más castigada por la avalancha verdosa. Las palas bajaron a la playa en varias ocasiones y se enviaron a Ponteareas más de doscientas toneladas para su reciclaje. En la otra orilla de la ría pontevedresa, en Lourizán, fueron bastantes menos, entre 100 y 115 toneladas entre agosto y septiembre pero, sin embargo, fueron las más complicadas de retirar por las dificultades de última hora de la burocracia de Fomento, según explicó la patrona mayor, María del Carmen Vázquez. El volumen crecerá mucho más el próximo año. Para la campaña estival del 2017, las cofradías tendrán ya una embarcación que se dedicará a sacar algas por mar, allá donde no pueden llegar los tractores por causa de las mareas. Es de esperar que muchos más viñedos se beneficien en tres provincias.

Y es que Ponteareas es, hoy por hoy, una de las pocas opciones con las que cuentan pósitos y concellos. Urbaser, por ejemplo, llevó a esta planta de tratamiento las doscientas toneladas que el Concello de Redondela acumuló en la limpieza de playas de este verano. Más algas, más abono.

El producto se va abriendo mercado y las algas gallegas, despreciadas por la mayoría, vuelven a jugar un papel vital, esta vez en la enología, contribuyendo a enriquecer los suelos de algunas de las cepas de los vinos de mayor calidad del noroeste peninsular. Así que ya sabe, cuando deguste un Albariño o un Ribeiro, quizás debiera pensar en esas mismas algas que le aguaron una jornada de playa. Tienen su utilidad, aunque sea modesta.