Una parada en el Camino para operar a «Chloe»

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

El sevillano Cristóbal Frías regresa de Caldas para hacer una cirugía novedosa al perro de una veterinaria

02 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Te bloqueas, sobre todo porque no sabes cómo vas a reaccionar cuando tengas que tomar una decisión». Carol S. Ferrer no pretendía interrumpir las vacaciones de Cristóbal Frías, pero surgió así. El sevillano había cogido unos días antes vacaciones de su clínica veterinaria para emprender por primera vez el Camino de Santiago. Nunca lo había hecho, y el caso es que quería por compañía a Obélix. Con solo cinco años, el joven jack rusel no es ni el más pequeño, ni el más grande, ni el más joven ni el mayor de los perros que Cristóbal tiene en casa. Pero se puede decir que es su favorito, con perdón de los otros cuatro que tiene en casa: otra jack rusel -de nueve meses, «es muy pequeñita todavía y está muy loca para traerla»-, otros dos pastores alemanes y un «cruzaíllo, recogido de estos que abandonan».

Obélix tiene algo especial, además de su mochila de peregrino, su concha con la cruz de Santiago y su pequeño tronco a modo de bastón, su equipo de peregrinaje hasta Compostela. «Tengo mucha relación con el perro, está todo el día conmigo. Hacemos muchas rutas de senderismo, de nieve, de todo, con el perro, y esto era como una cosa más». Se llama así «porque en el momento en el que fui a elegirlo me dejaron elegir de la camada y era como el más gordito, el más grande de la camada; y ya estaba bautizado y no me gusta cambiarle el nombre».

Lo cuenta Frías mientras se pone el pijama, el gorro, la mascarilla y los guantes. Está a punto de entrar en el quirófano de una clínica de Pontevedra para operar a otro can.

Aunque ya había llegado a Caldas de Reis, las propietarias del negocio fueron a buscarlo en coche para llevarlo poco después al albergue en el que se hospeda. En lugar de tomarse la tarde libre y descansar las ampollas, Cristóbal va a castrar a una perra por laparoscopia. Aunque en medicina humana se ha convertido en un término frecuente, en la especialidad animal todavía se trata de una técnica incipiente que muy pocos profesionales practican en España. En Galicia es posible que solo Peluxa, la clínica que regentan Carol y Flor Costoya, la practiquen. En Andalucía, Frías probablemente comparta técnica solo con otros dos o tres colegas más. Requiere de mucha formación y de una inversión en tecnología que no todos los veterinarios están en disposición o voluntad de llevar a cabo.

El peregrino lleva quince años aplicándola. Fue así, de hecho, cómo hace alrededor de cinco conoció a las pontevedresas. Acudieron a su negocio para aprender más sobre este y otros avances en medicina animal. Desde entonces han mantenido un contacto frecuente, hasta el punto de que, cuando terminó de planificar el peregrinaje que lo llevó en coche hasta Tui y desde allí hasta Santiago andando, les avisó de que estaría por su tierra. Tan pronto llegó a Pontevedra quedó con ellas para tomar una cerveza.

Y entonces se enteró de que Carol llevaba días nerviosa porque tenía que castrar a Chloe. Pero no se atrevía. No es extraño. Al igual que entre los médicos, los veterinarios procuran no intervenir a sus seres queridos. «Es más que nada para evitar que ande en las tripas de su perro», añade Flor. Fue precisamente su socia la que en un principio se prestó a dirigir la operación pero, en cualquier caso, necesitaba a alguien para que la ayudase. Y apareció Cristóbal. Con Obi, como le llama él.

El pequeño espera fuera del quirófano. A veces se levanta e intenta entrar para ver qué es lo que está ocurriendo en la sala de la que salen los pitidos intermitentes que marcan el ritmo cardíaco de Chloe. No entiende muy bien lo que ocurre, pero obedece cuando desde el interior le dicen que no puede entrar, que se quede quieto allí fuera. No protesta. Se tumba con su mochila puesta junto a la mochila de su dueño y espera paciente a que termine la operación, o a que alguien vaya a decirle que ya puede volver a moverse. Y a veces se le cierran los ojos y le puede el cansancio de la etapa que acaba de terminar.