«El que no se emociona en vida nace muerto»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

LUZ CONDE

José Rodríguez, que se hizo universitario a los 64 años, se casó con ayer Elena, su pareja desde hace 35 años: «Se vive a lo largo de la vida según se va pudiendo. Ahora me da la sensación de que me falta tiempo para hacer todo lo que quiero hacer»

27 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Vestidos de blanco y con un estilo informal ibicenco, José Rodríguez Casas y Elena Barba Abilleira se casaron ayer en los juzgados de A Parda, en Pontevedra. Tras 35 años de relación, la pareja decidió dar el paso con una ceremonia sencilla a la que siguió después una «pequeña comida» para familia y amigos. Como padrinos, en una jornada calurosa que superó los 30 grados, ejercieron su hijo y su nuera: «Ellos están muy ilusionados. Por ellos hicimos más ceremonia de la que yo pensaba».

Horas antes del enlace civil, José comentaba a La Voz que en su recuerdo, siempre vivo, está su suegro. «José Luis, hoy [por ayer] se ha cumplido tu sueño y el nuestro. Sabemos que siempre estás ahí. Te queremos, papá», fueron las palabras que le quiso dedicar. La sorpresa también será hoy para Elena, que no sabía nada de que su boda iba a trascender el ámbito familiar. «Me caso con una señora muy guapa, para compensar mi semblante», asegura entre risas el novio.

José, que se convirtió en universitario a los 64 años -estudia el grado en Educación Social en la UNED de Pontevedra-, reconocía que estaba «un poquito» nervioso antes la boda. «Quieres quedar bien con tu gente aunque es una cosa sencilla porque es lo que tu economía te manda, redescubres amigos y familia. Están las alianzas, los detalles para la gente...», admite. Este voluntario de Cruz Roja que cogió los libros de mayor también decidió casarse de mayor después de que la crisis económica se llevara por delante su empresa de distribución de estructuras de madera y de que una enfermedad del corazón casi se llevara también su vida. ¿Y por qué casarse ahora? «Se vive a lo largo de la vida según se va pudiendo. Ahora me da la sensación de que me falta tiempo para hacer todo lo que quiero hacer. Es como una carrera contra el reloj, tengo ilusión por hacer más cosas», relata.

Las lecciones de la vida, como él dice, lo han hecho mejor persona. Cree que tiene una mayor sensibilidad y que repara en aspectos que antes pasaba por alto. «Estoy acostumbrado a emocionarme porque vivo por y para las emociones. El que no se emociona en vida nace muerto, y hay mucho muerto viviente paseando por la calle», sentencia. Este ourensano de nacimiento que residió parte de su vida en el País Vasco invita a fijarse menos en los teléfonos y más en las miradas de la gente. A vivir más despacio, pero sin perder el tiempo.

El novio ya marido, que optó por una camisa de lino blanca sin corbata -«como soy yo»- para la ceremonia, acabó este curso primero de Educación Social. La carrera ocupa ahora gran parte de su tiempo en la Biblioteca Pública de Pontevedra Antonio Odriozola, que es como su segunda casa. «Los estudios van bien. Cogí parte de segundo y parte de tercero y además este año que viene haré prácticas sociales entre la Cruz Roja y la Casa Azul del Concello», señala.

Discapacidad

El voluntariado fue una de las razones que le llevaron a hacerse universitario a pesar de las dificultades físicas y económicas que arrastra. Acabe o no acabe la titulación, esa «aventura apasionante», como él la define, ya habrá valido la pena. José tiene reconocida una discapacidad del 68 % por su cardiopatía. Cuando su empresa quebró y aumentaron sus deudas con la Seguridad Social tuvo que reconstruir una vida que se caía. El pasado junio desvelaba que entonces fue su hijo el que tuvo que sostener a la familia tras perder dos pisos, la empresa y tener que hacer frente a esas deudas. José se siente afortunado por haber salido de un pozo en el que no pocos se quedan encerrados. Y esa alegría de vivir, a pesar de su corazón maltrecho, quiere contagiarla y compartirla. Aprender es ahora su máxima vital, y su objetivo, ayudar a los demás.

Él, que ya estaba casado con Elena, su compañera desde hace 35 años, quiere seguir compartiendo amaneceres y atardeceres a su lado con el recuerdo de José Luis siempre muy vivo. ¡Vivan los novios!