Cuando los 98 años son los antiguos 60

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

luz conde

Se llevan ocho días y les queda poco para ser centenarias; pero bromean con que tienen «69» y podría ser cierto lo que dicen

27 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Charo Riestra y Lulú Poyán, cada una con su estilo y cada una con su carácter, son dos mujeres de esas que no pasan desapercibidas. Da igual que uno llegue a la residencia del centro de Pontevedra donde viven, Soremay, dispuesta únicamente a hacer un reportaje de cómo pasan el verano los mayores y de si es difícil o no adaptarse a la vida lejos de los que fueron sus hogares. Uno acaba fijando la vista en ellas dos e interesándose por sus vidas. Queriendo saberlo todo de ellas. Y, sobre todo, intentando adivinar cómo se obra el milagro de llegar a los 98 años y estar como están ellas. Porque a Charo y Lulú, efectivamente, le quedan dos telediarios para plantarse en el siglo de vida. Pero viéndolas, y sobre todo, charlando con ellas uno empieza a pensar que es verdad eso que se dice de que los cuarenta años de ahora son los treinta de antes, los cincuenta los cuarenta de antaño... Y que sus 98, en realidad, son como unos 60 de antes nada más.

La charla empieza con Lulú, a la que la entrevista la coge por sorpresa. Pero nadie lo diría. Porque llega ella maquillada, con la sombra de ojos a juego con los pendientes y la falda combinada con la toquilla. «Siempre fui presumida», advierte con una sonrisa. Luego, no tiene problema en contar su vida. Su familia es vilagarciana -se le ilumina el rostro al recordar «lo bonito que es Vilagarcía»- pero vivió siempre en Madrid. Bueno, hasta que se casó, que se vino a Pontevedra.

Regentó junto a su marido una tienda en A Ferrería, Confecciones Peláez, en la que los clientes siempre preguntaban por ella porque «era muy estilosa». Dice que «los trapos» siempre la volvieron loca y recuerda cómo se embelesaba por el arte de los modistos franceses. Puede que ahora ya no esté tras el mostrador, pero el gusto lo sigue teniendo intacto. «¿Te gusta? Es un detallito pequeño», dice, tocándose un collar dorado que lleva.

Cambio de vida

Un día, ya jubilados, su marido y ella decidieron probar cómo era la vida en una residencia. «Nuestros hijos están en Madrid, tienen sus vidas y nosotros queríamos estar acompañados. Se nos hacía mucho seguir solos», recuerda Lulú. Fueron a un primer centro, y no les gustó demasiado. Luego, cuando abrió Soremay, volvieron a probar. Y se quedaron. Lulú cuenta que él ya falleció, y que eso la dejó «un poquito más sola». Pero su soledad se siente acompañada con actividades o excursiones. Hace entonces un inciso para narrar un viaje en barco reciente que le encantó. «A mí salir me gusta mucho», indica. Su familia la visita asiduamente. Y, aunque señala que «la casa de uno siempre se echa de menos», dice que está contenta. En la residencia se topó con Charo, con la que solo se lleva ocho días. Cuando se encuentran, se saludan efusivamente. «Claro que somos amigas, ¿cómo no?», dice Charo.

Esta última mujer vivió en Madrid, donde era profesora de Física y Química, aunque es natural de Pontevedra. Lulú se recrea en las respuestas. Ella es de contestar más rápido. Se intuye su carácter. Sobre la mesa de su habitación hay libros y una tablet. ¿Le gusta la informática?, se le pregunta. Y ella responde: «Me gustaba todo, la tablet, los libros, todo... Pero veo muy poco», señala. Luego, cuenta que vino a la residencia por un período corto, y decidió quedarse. Lleva un año. Y está contenta. «Sí, sí, me gusta porque es Galicia, es mi sitio». Luego, coge su sombrero blanco, sus gafas de sol y se despide: «Me están esperando mis hijas, me voy», remacha.

Encantadas con los talleres de memoria, aunque les parecen demasiado fáciles

Ambas mujeres, Lulú y Charo, aseguran sentirse contentas con las actividades que les proponen en la residencia. Eso sí, Lulú indica: «A mí a veces los ejercicios que nos proponen me parecen algo fáciles de más, parecen para niños». Charo se ríe. Señala que ella, a la que le gusta escribir, disfruta con los talleres de memoria.