«Solo hay una manera de vivir el fútbol de verdad, jugándolo»

C. Pereiro

PONTEVEDRA CIUDAD

LUZ CONDE

Rafa Sáez es una de las figuras indispensables del deporte rey en la ciudad del Lérez, dentro y fuera del campo

11 jul 2016 . Actualizado a las 00:17 h.

Más que probablemente, si algún día se conformarse un All Star de los símbolos deportivos de la ciudad, Rafa Sáez (1962) tendría su puesto antes incluso de abrirse cualquier tipo de votación. Querido y admirado, su aportación al mundo del deporte local es tan amplio, que toca desde la fundación de una escuela de fútbol hasta la militancia como jugador y, posteriormente, entrenador del Pontevedra.

Creció, y quizás nació, con un balón bajo el brazo en el barrio de A Seca. Aún a día de hoy, reside allí, recordando que no es que uno deje al barrio, más bien es el barrio el que te acaba dejando a ti. No es el caso, claro. Si uno le pregunta a Sáez a qué se dedicaría si no hubiera sido profesional del deporte, casi le cuesta responder. «Supongo que sería un ciudadano de a pie, ¿no?», confiesa con cierta sorna. «Tendría mi trabajillo, mi vida y vería el fútbol por la tele. Imagino que la pasión por este deporte me saldría por algún lado».

Durante los 90, con la fundación de la Asociación Deportiva A Seca, cientos de chavales pasaron por delante de sus ojos. Raro es aquel crío, hoy encaminándose a la adultez, que no haya peloteado en la Xunqueira con el escudo del árbol en su pecho. Era como un momento inevitable en aquel entonces, igual que la comunión, el primer suspenso o un primerizo beso adolescente. Muchos se enamoraron del fútbol en aquellos campos.

Todos coinciden en una cosa. Rafa recuerda a cada chaval que pasó por allí, como si almacenase caras y datos en un disco duro que repasa diariamente. Cuesta que lo reconozca. «No, a ver, no me acuerdo de todos... pero bueno, no tengo mala memoria», ríe. «¡No soy perfecto! Pero, venga, sí, suelo ser capaz de decir los nombres y los apellidos de no pocos chavales de aquella época».

Fue un año complicado como entrenador del Pontevedra el suyo. «Hay una cosa que tengo que aclarar. Para mí fue un orgullo poder adiestrar al equipo de mi ciudad. Los resultados fueron los que fueron pero... aquello fue algo fabuloso, sin duda», narra. «Tengo una verdad absoluta sobre el fútbol, y es que hay que jugarlo, es la mejor manera de vivirlo. Puedes disfrutar de otras maneras, pero la profundidad, la dimensión y el calado de emociones que te da el fútbol como jugador no te lo da, ni dará, ninguna otra cosa».

Confiesa en la intimidad, aunque luego lo repita en voz alta, que su sueño de crío era jugar en el Pontevedra, no en el Madrid, o el Barça, nada de eso, lo suyo era ser granate. Su padre lo llevaba a Pasarón y allí aprendió a admirar el césped. Enfila el final de su verano, toca tomar de nuevo las riendas del Coruxo. «Es un milagro de equipo, inmenso en ilusiones».