Lo ocurrido el domingo es fruto del fracaso de la política que no supo resolver el puzle que plantearon los españoles el 20D. Cierto es que hay un reparto asimétrico de culpabilidades, porque unos (los que no intentaron el acuerdo o lo sabotearon) tienen más responsabilidad que otros. Pero eso es agua pasada. Esperemos estar ahora a la altura de las circunstancias y aprendamos que negociar es ceder y buscar puntos de encuentro. El interés social está muy por encima del rédito electoral. Y no están los tiempos para coñas.
Los resultados del PP solo son entendibles desde una visión surrealista de las cosas. Cuanta más corrupción y podredumbre, más votos. Las Mareas-Podemos prometieron asaltar el cielo empujados por encuestas a la carta, pero despegaron con propuestas incoherentes y el viento de la sensatez los empujó contra las rocas. Ciudadanos es el claro ejemplo de cómo el marketing puede poner de moda un producto durante un tiempo, pero sin sustancia política el recorrido es corto. El BNG camina hacia la insignificancia ante la pasividad de unos líderes que no se quieren enterar.
¿Y los socialistas? Objetivamente, los resultados no son buenos. Lo más positivo es que los españoles nos han dado una nueva oportunidad manteniéndonos como referente de la izquierda. Nuestra obligación ahora es aprovecharla. Por el bien de todos.