Era de justicia

LA SEMANA DE EUGENIO GIRáLDEZ

PONTEVEDRA CIUDAD

La concesión del Premio Princesa de Asturias a Javi Gómez Noya supone la rendición sin condiciones del Consejo Superior de Deportes después de años de ponerle la proa

12 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por fin esta semana la España institucional se rindió al incontestable palmarés y al formidable ejemplo que supone Javier Gómez Noya para otorgarle el Premio Princesa de Asturias, el principal reconocimiento oficial que le restaba al triatleta gallego, nuestro queridísimo convecino pontevedrés. El galardón fallado el miércoles en Oviedo por un jurado plagado de notables ex deportistas (por cierto, muchos vinculados al Consejo Superior de Deportes), reconoce «los valores de esfuerzo y perseverancia en la adversidad, demostrando una enorme fortaleza y un encomiable espíritu de superación», según reflejó el acta.

Lo más llamativo de este reconocimiento, tan justo como tardío, es que supone la rendición sin condiciones del CSD después de años y años de ponerle la proa a Gómez Noya. Ningún rival, ninguna lesión, ninguna otra adversidad ha sido más persistente y dañina contra nuestro paisano que la tozuda oposición del CSD a que Javi desarrollase la impresionante carrera deportiva que finalmente ha cosechado. Hasta cuatro años llegaron a impedir la participación de Javier en competiciones deportivas.

Los mismos que, empezando por Alejandro Blanco, se suman ahora al carro de los que ponderan al triatleta y aguardan hacerse la foto a su lado, son los que antaño le privaron de la licencia para competir o le apartaron del equipo olímpico español que fue a Pekín, ya fuera con informes médicos insostenibles o arteros manejos, como cuando le impidieron acceder al Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Barcelona.

Ahora esos mismos están suspirando por que Javi sea oro olímpico en Río para correr a ponerse a su lado ante las cámaras y después se pelearán por estar a su vera cuando vaya al teatro Campoamor a recoger el Premio Princesa de Asturias.

Homenaje a un «buen tipo»

Lo que no dice el fallo del premio, pero sabemos de primera mano los gallegos y particularmente los pontevedreses, es que Javier es «muy buena gente»; un «buen tipo». Sus éxitos deportivos no han trastocado la actitud sencilla y humana de alguien que pasea y entrena por Pontevedra con una normalidad deliciosa. Un conciudadano que aceptó, con humildad y más nervios que en muchas pruebas deportivas, ser el pregonero de las principales fiestas de la ciudad como acreditó en Peregrina 2015. Y al mismo tiempo embajador y valedor de Pontevedra como ha demostrado por el mundo adelante. Gracias a su mediación, esta urbe acogió un Campeonato de Europa y otros eventos deportivos que han otorgado una extraordinaria proyección mediática a Pontevedra.

Victorias íntimas

Si quien lea estas líneas se queda en el titular básico, considerará entendible la concesión del principal galardón oficial del deporte español a quien ya ostenta en su carrera deportiva cinco títulos de campeón del mundo y cuatro europeos, amén de una medalla de plata olímpica (en Londres). Pero detrás de Javier Gómez Noya hay muchos más méritos que no son entorchados públicos, sino victorias íntimas. Y varias tienen que ver con esa referida batalla sorda contra el stablishment del deporte español que casi logra impedir su flamante palmarés.

Porciones de ese Premio Princesa de Asturias que Javi recibirá en Oviedo en fechas próximas, pertenecen a personas cruciales de su entorno, a quienes nuestro formidable triatleta debe apoyos fundamentales para haber llegado a las metas conseguidas.

A su padre, Javier Gómez Sequeiro, crucial apoyo desde la infancia, cuando llevó al pequeño Javi a entrenar tantas veces y tantas horas como fueron necesarias para crear al campeonísimo actual.

A los Bomberos de Ferrol, que señalaron a un niño de balbucientes dotes deportivas que había una modalidad deportiva basada en natación, ciclismo y carrera a pie que podía convenir a las dotes que ya aventuraba aquel crío.

Al cardiólogo pontevedrés Nicolás Bayón, quien rebatió a los médicos del Consejo Superior de Deportes que pretendieron apartar a Javi de la alta competición aduciendo que una valvulopatía bicúspide lo impedía. Menos mal que el especialista del hospital Montecelo de Pontevedra señaló que esa cardiopatía era perfectamente compatible con el deporte de élite. Un diagnóstico feliz que en 2003 fue reconfirmado por el especialista inglés William McKennan, cuyo informe acalló, definitivamente a los galenos del CSD.

También otra porción le corresponde a Iván Raña, el precursor del triatlón en Galicia, quien acogió en sus entrenamientos a un chavalito de 15 años que era una esponja que aprendía minuto a minuto al lado de quien se proclamó campeón del mundo en el 2002.

Del mismo modo, otra parte del premio se debe a los hermanos Brownlee, sus grandes adversarios, quienes han obligado a Javier Gómez Noya a exprimirse para sacar su mejor versión y lograr imponerse.

Ahí toma también un especial protagonismo Carlos David Prieto, el nuevo entrenador que después de Londres 2012 se hizo cargo de Javier obligándole a recrearse para una necesaria mejora que aguardemos llegue a su mejor dimensión el próximo 18 de agosto en Río.

Y si me permiten la licencia, por último creo que este premio también galardona a otro excepcional gallego que hemos tenido en Pontevedra, el piragüista David Cal, deportista español con más medallas olímpicas y, también, tristemente olvidado por las instituciones españolas.