Opositar tras años lejos de los apuntes

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Viven fechas cruciales. Si aprueban con plaza, dejan atrás el paro o la eventualidad

26 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Conjugar el verbo opositar en primera persona, ponerse manos a la obra para intentar sacar una plaza de empleo público, siempre es difícil. Pero hacerlo tras años alejado de los libros, cuando a uno le queda ya lejos la carrera o el bachiller, tiene un mérito especial. Opositar, además, con hijos de corta edad o combinando el estudio con una jornada laboral resulta, como mínimo, de aplauso. Basta con darse una vuelta por las bibliotecas o academias de Arousa y Pontevedra, estos días llenas hasta la bandera de estudiantes, para comprobar que sí hay gente hecha de esa pasta, capaz de entregarse en cuerpo y alma a una oposición pese a llevar tiempo apartados de los pupitres.

diana y ángeles

Dos mamás que estudian en la misma mesa. Ayer, en una mesa de la biblioteca de Vilagarcía, estudiaban dos mamás. Eran Diana, de 38 años, y Ángeles, de 41. Ambas se juegan su futuro de forma inminente en oposiciones para trabajar en la Xunta. El caso de Diana es de esos que hay que escuchar con atención para creer que es cierto. Diana está embarazada de un retoño que nacerá en agosto... Es su tercer hijo. Y sí, pese a tener dos niños en casa y uno en camino, es capaz de sacar tiempo para estudiar con enjundia. «Tiro mucho de los abuelos y del papá, no queda más remedio», dice ella. Es pedagoga y lleva años con trabajos eventuales en el sector público. Dice que necesita estabilidad: «Yo lo que quiero es huir de trabajar a ratos». Así que en unos días acudirá a Silleda para intentar sacar una de las dos únicas plazas que hay en su especialidad. Llevaba años si poder presentarse dado que no salían plazas. Y ahora, por mucho que la haya pillado en pleno embarazo, no va a dejar pasar la oportunidad. Al preguntarle a ella y a Diana qué hay que sacrificar por las oposiciones, se ríen y, en tono de broma, dicen al unísono: «Hay que dejarlo todo, casi hasta los hijos también. Esto supone un gran esfuerzo».

eva y su vuelta a empezar

La mujer que conoce bien el sector privado y el público. Eva Fernández, con 43 años y de Pontevedra, podría contar durante horas todas sus experiencias con las oposiciones. En su día, estudió Magisterio. Y se dispuso a preparar una oposición. De hecho, llegó a aprobar. Pero se quedó sin plaza. Estuvo esperando a ver si la llamaban para alguna sustitución, pero no hubo suerte. «Recuerdo que me quedaban 24 personas delante y tenía la ilusión de que me llamasen, pero nada», dice. Así que decidió buscar un futuro laboral en el sector privado. Lo encontró como administrativa. Trabajó durante años «con contratos de poca duración» y sueldos que no eran para echar cohetes. Así que empezó a tentar a la suerte de nuevo en la esfera pública, a través de contratos puntuales. La llaman casi siempre para trabajar «unos días» y alguna vez, si hay suerte, engancha una contratación más amplia en el antiguo Inem, el Instituto Social de la Marina o alguna otra oficina autonómica o estatal. Pero dice que «esa no es vida». De ahí que hace un año retomase el estudio. «Quiero tener una estabilidad, no quiero que me llamen hoy para trabajar mañana y no saber qué va a ocurrir pasado», enfatiza. Casi dos décadas después de terminar la carrera, no se atrevió a volver a preparar oposiciones del ámbito educativo -«tendría que reciclarme», reconoce- pero sí va a presentarse a las plazas de auxiliar administrativo del Sergas. Sabe que, si logra sacar la oposición, posiblemente no pase de mileurista. Pero eso, de momento, le da igual: «Solo quiero entrar, el resto ya se verá», dice. Señala que los exámenes, como muy tarde, serán en agosto. No tiene hijos. Pero eso no implica que, para estudiar, no haga renuncias: «Lo dejas todo y solo te centras en esto», insiste.

julia, llegada de la banca

Una licenciada en ADE que lucha por ser administrativa de un Concello. Julia, de 37 años y de Pontevedra, también es opositora. Y nada más empezar a hablar deja claro lo duro que es volver a coger los libros después de varios años sin tocarlos. Ella estudió Administración y Dirección de Empresas. Terminó a los 24 años. Ahora, más de una década después, vuelve a hincar los codos: «Al no estar acostumbrada se hace duro. Tienes que tomártelo como un trabajo. Esto no es la carrera, que dejabas todo para los días antes de los exámenes y no pasaba nada. Aquí hay que ser constante y olvidarte de bodas, bautizos y comuniones... No existe más que esto». Julia trabajó en la banca. Lo hizo durante un tiempo prolongado y llegó a ser trabajadora indefinida. Pero el paro se cruzó en su camino. Y decidió apostar «por la estabilidad». Ella se presenta a plazas de administrativo que convocan los concellos. Su meta es entrar en el Ayuntamiento pontevedrés. Pero, mientras ese examen no llega, acude a otros. Ya aprobó alguno, pero sin plaza. Así que le toca seguir intentándolo.

josé maría, ingeniero

A por la plaza pese a ser consciente de que ganará mucho menos que antes. José María, de Vilagarcía, es ingeniero técnico forestal. Pero nunca trabajó de lo suyo. Cuando se insertó en el mercado laboral, había trabajo en la construcción a raudales. Y se empleó como jefe de obra o encargado de producción. No se queja del sueldo que tenía. Pero sí «de las jornadas laborales de trece o más horas». La crisis borró de un plumazo todo el sector en el que se movía. Y, aunque tuvo ofertas para ir a trabajar fuera, las rechazó: «Irte a otro país lejos de aquí por mil euros o poco más no es la solución». Prefirió ponerse a estudiar a los 37 años. Seguro de sí mismo, señala que no le costó porque sabe a lo que se enfrenta: «Miré muy bien todo, el tipo de examen, las posibilidades...». Pretende conseguir una plaza básica en el Sergas, de servicios generales. Sabe que el sueldo no será alto, pero le da igual: «Ganaré una tercera parte del salario que tenía, pero tendré otras cosas», remacha.