La intérprete que creció pegada a un acordeón

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Nerea Rodríguez, ayer en la plaza del Sexto Edificio del Museo de Pontevedra, tocando su acordeón Scandalli.
Nerea Rodríguez, ayer en la plaza del Sexto Edificio del Museo de Pontevedra, tocando su acordeón Scandalli. emilio moldes< / span>

Nerea Rodríguez ofrecerá el 27 de marzo un concierto en el Festival Internacional de Acordeón de Kiev

19 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El acordeón fue en sus inicios un instrumento que tocaban los hombres. Hoy no es así. Lo dice una voz que sabe de lo que habla. La de Nerea Rodríguez Núñez (Pontevedra, 1993), una acordeonista que en el futuro quiere ganarse la vida con la música. Esta joven nacida en la parroquia de Lérez está estudiando el Máster en Interpretación Solista en el Centro Superior de Enseñanza Musical Katarina Gurska, en Madrid, y en unos días emprenderá un viaje que la llevará hasta Kiev. En la capital de Ucrania ofrecerá el 27 de marzo un concierto en el marco del Festival Internacional de Acordeón de Kiev. Interpretará desde obras de Correa de Arauxo, Bach y Scarlatti a estrenos de Patrick Busseuil y Carolina Cerezo.

¿Cómo surgió esa oportunidad? Nerea explica que el compositor y director de orquesta ucraniano Volodymir Ruchack llamó a su profesor del máster, Ángel Luis Castaño, para invitar a un alumno. Ella no se lo pensó. «Ucrania es un país con mucha tradición de acordeón y, además de una gran oportunidad para mí, es una gran aventura», comenta. A Kiev irá con su madre. Y es que viajar con maleta y con su acordeón necesita de algún apoyo. El instrumento es una maleta más. «Pesa 14 kilos y moverse con él no es fácil», relata Nerea. Para cuidar su espalda y prevenir lesiones antes iba a natación. Ahora asegura que apenas tiene tiempo.

La pasión de la intérprete por el acordeón no le viene de familia. Empezó a interesarse por la música a los 5 años y con 8 comenzó a tocar este instrumento. Admite que no hubo un flechazo y que le costó mucho «pillarle el punto». «Empecé en el Conservatorio Manuel Quiroga de Pontevedra tocando el piano y pensé que iba a ser parecido. En el conservatorio se trabaja con el acordeón de botones y no con el de teclas. Hasta los 16 o 17 años no me enganchó totalmente y tuve varios momentos de decir ??no puedo, lo dejo??».

Lo define como un instrumento «complicado» que requiere de fuerza para tocarlo. Pero al mismo tiempo cree que tiene muchas posibilidades: «Es nuevo, todavía desconocido para mucha gente y diría que con grandes características para sorprender». El repertorio de Nerea es clásico y contemporáneo. ¿Treinta y cinco años después todavía pesa la herencia de María Jesús y Los Pajaritos? «Uf, sí, aún pesa». Subraya que en España hay grandes intérpretes. En su caso, destaca que los mejores en cada momento han sido sus profesores, y a cada uno de ellos le debe parte de lo aprendido. «Cada uno de ellos es muy importante para mí».

En su familia, donde no hay ningún músico, veían su afición por el acordéon como una actividad extraescolar. La cosa cambió cuando Nerea apostó por este instrumento como profesión. «No es una carrera al uso y me dijeron que me lo pensara bien», señala. El año pasado finalizó sus estudios en el Conservatorio Superior de Aragón. «Fueron cuatro años. Es muy difícil entrar porque hay músicos de todas partes de España».

Al preguntarle por el futuro, Nerea se toma unos segundos. Este año termina el máster e iniciará una nueva etapa. «En parte me apetece ver qué puedo hacer sola, ver cómo puedo empezar a caminar sola», expone. Como le pasa a tantos otros, su trayectoria tiene más reconocimiento fuera de Galicia que en la comunidad. «Me llaman bastante de Barcelona y soy más conocida fuera, sí».

Nerea transporta su acordeón, de la marca Scandalli, en una especie de mochila. Es un instrumento caro y que necesita cuidados. «Antes lo llevaba en un carrito con ruedas porque era más cómodo, pero se desafinaba. Es un instrumento que con diez o doce años va a menos», apunta. Nerea indica que lo patentó un austríaco -Marck Muñichz- a principios del siglo XIX.

Al margen de la música, a esta joven de 23 años le gusta la lectura y la fotografía y «el arte en general». También compartir tiempo con sus amigos, aunque admite que al estar fuera es complicado mantener el contacto.