Aprendamos de los incendios

PONTEVEDRA CIUDAD

La impecable actuación de los Bomberos no debe ocultar la necesidad de paliar carencias como ocurrió tras los fuegos del Principal y de San Francisco

07 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por tres veces, en los últimos treinta y seis años, el fuego ha amenazado severamente el centro histórico de Pontevedra. Y por tercera vez los Bomberos han evitado que las llamas se cobrasen un peaje dramático en vidas humanas y arrasasen más edificios que los directamente afectados en el origen de cada suceso.

Primero fue el incendio del Teatro Principal y de la sede social del Liceo Casino (14 abril de 1980). Después el fuego que arrasó el convento de San Francisco (18 de junio de 1995). Y ahora, el reciente siniestro acontecido en el edificio de finales del siglo XIX donde se asentaba La Moda Ideal, con el colapso del inmueble y la destrucción total o parcial, según casos, de varios establecimientos comerciales.

Cero víctimas

La actuación de los Bomberos ha sido, ante todo, tan profesional como para evitar que tuviéramos que hablar de una tragedia incluso con víctimas mortales. Las opiniones de los entendidos coinciden en reivindicar que las decisiones adoptadas fueron las correctas con los medios y efectivos que pudieron disponer. Tanto para preservar vidas humanas como para evitar la propagación en las manzanas contiguas a la directamente afectada. La decisión de atacar el fuego desde la parte del inmueble tocante con la calle Michelena se ha explicado como la más apropiada para evitar tal propagación así como por tratarse además de la más habitada. Si bien supuso sacrificar los establecimientos de la parte de Soportales a la que los Bomberos solo pudieron trasladarse cuando habían controlado las llamas en Michelena.

Desde Paco Lage, el anterior jefe de Bomberos de la capital, que comandó los trabajos de extinción que nos evitaron mayores daños en los incendios del teatro y del convento, hasta los responsables de los parques de otros municipios y comarcas a través de la Plataforma de Bomberos Públicos de Galicia, todos ellos han coincidido en ponderar la respuesta dada en el suceso del pasado 1 de febrero. La citada Plataforma en su comunicado califica la actuación como «impecable».

Extraer consecuencias

Sin embargo, lo que no debería hacer el Concello de Pontevedra es solazarse en el dato crucial de la actuación (cero víctimas) para obviar que debe extraer consecuencias y corregir carencias.

El brutal incendio del Principal y el Liceo Casino enseñó hace 36 años a los Bomberos y al Ayuntamiento que era fundamental disponer de hidrantes en las vías públicas. El fuego que volatilizó el teatro y la entidad recreativa difícilmente se pudo contrarrestar con una única toma de agua «claramente insuficiente que había en Santa María porque la red de abastecimiento era obsoleta como las bocas de riego», según recordaba el citado Paco Lage en una entrevista que hace unos años le realizó Malé Larriba en estas mismas páginas de La Voz.

Fue a partir de aquel incendio que la Administración municipal se aplicó en exigir hidrantes en las calles que se levantaran por obras, lo que ha permitido multiplicar su existencia y facilitar el trabajo de los bomberos.

Del mismo modo, el incendio del convento de San Francisco, hace 21 años, dedujo lecciones que sirvieron para mejorar la dotación de los bomberos de la capital. Tanto Paco Lage como sus compañeros sufrieron en carne propia la precariedad de sus equipamientos que, sin embargo, suplieron con valor y destreza. La que tuvieron para atacar un incendio que se saldó con una destrucción parcial del templo y que evitó su propagación al colindante edificio de Hacienda y a otros cercanos en ese rincón de la Gran Herrería.

Recordaba José Manuel García Cancela, uno de los bomberos que participó en la extinción y que resultó herido, que carecían de máscaras de oxígeno, «nos tapábamos la boca y nariz con un pañuelo», ni traje ignífugo «pantalón de mahón con chaquetilla a juego» y un simple casco «sin pantalla». Se aprendió que la uniformidad debía profesionalizarse y mejorar el equipamiento, pues en aquel incendio de San Francisco se carecía del camión con grúa telescópica que años más tarde se incorporó a la dotación.

Plantilla insuficiente

Del mismo modo que con los anteriores, el mayúsculo incendio del pasado lunes deberá empujar mejoras. Hará falta más tiempo y reposo para extraer conclusiones. Pero no parece arriesgado afirmar que una de ellas, quizás la principal, tenga que ver con la cuantía de la plantilla.

En este punto, el comunicado de la Plataforma de Bomberos Públicos de Galicia que conocimos en estos días, se preguntaba si los ocho bomberos que estaban de turno de guardia en la noche del lunes en el parque de Pontevedra «eran suficientes para acometer la evacuación de personas y extinguir al mismo tiempo el incendio». Parece evidente por los hechos consumados que se instó la incorporación del personal que estaba de día libre y se solicitaron refuerzos a los parques comarcales de Bomberos del Morrazo y del Salnés.

La plantilla de Pontevedra cuenta con 36 bomberos. A todas luces insuficientes para atender adecuadamente los turnos de trabajo y el ámbito de influencia en que se desenvuelven sus tareas.

¿Servirá lo ocurrido el lunes para rescatar la negociación entre Concello y Xunta a propósito de la comarcalización del parque de bomberos de Pontevedra tantas veces pedida en los últimos 15 años?