El éxito granate del otro Abelleira

Roi Palmás
roi palmás PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Milo (izquierda) y Tomás, ayer en Pasarón, el escenario que puede acoger el ascenso el sábado.
Milo (izquierda) y Tomás, ayer en Pasarón, el escenario que puede acoger el ascenso el sábado. r. leiro< / span>

Tomás, uno de los protagonistas del play-off, puede reeditar el hito de su padre en el último ascenso a Segunda B, que también arrancó contra el Mensajero

25 jun 2015 . Actualizado a las 14:19 h.

Los jugadores nacen pero también se hacen. En el fútbol, como en la vida, el aprendizaje viene de la mano del trabajo, pero si además, los genes ya cuentan con una carga futbolística rica en clase y visión espacial, el resultado final suele ser espectacular.

Algo de eso ocurre actualmente en el seno del vestuario pontevedrés. Tomás Abelleira es un jugador distinto. No es habitual que un chico de tan solo 20 años (Vigo, 1995) sea el que esté llamado a dirigir el timón en el partido más importante de los últimos años en la capital del Lérez y que puede devolver a la ciudad a la categoría de bronce.

El Pontevedra tiene en casa uno de esos futbolistas que transmite tranquilidad, dentro y fuera del terreno de juego. Actuar como mediapunta y tener los recursos futbolísticos suficientes como para encontrar espacios donde otros solo ven un entramado defensivo rival, bien puede valer un ascenso.

Tomás ha ido haciéndose imprescindible. Poco a poco. Sin demasiado ruido. El vigués lleva media vida en el fútbol pontevedrés y está al borde, junto al resto de sus compañeros, de pasar a la historia. Sin embargo, no será la primera vez, si lo consigue, que el apellido Abelleira se escribe en las grandes crónicas de una fecha así de señalada. Su padre, Milo, que lo ha sido todo en el club granate (jugador, entrenador y director de la cantera), formó parte del último ascenso histórico de Tercera a Segunda División B. Era la campaña 1983/84 y Milo era un joven jugador en edad sub-21, que se vio beneficiado por aquel reglamento que obligaba a alinear a dos canteranos. Rememora aquella situación con una sonrisa, confesando que «jugábamos unos 20 minutos y luego nos cambiaban». A pesar de ello, formó parte de la gesta.

Por entonces eran dos eliminatorias y el capricho del destino quiso que la primera piedra en el camino fuese, también, el Club Deportivo Mensajero. De la isla de La Palma regresaron los granates por detrás en el marcador (2-1), pero hubo goleada en la remontada (5-0) Milo acudió a Éibar, donde se cuajó el ansiado ascenso. De aquella, también la tercera apuesta por subir fue la vencida.

Ahora, Tomás puede volver a pisar el mismo terreno que trazó su padre en la historia del club granate y quién sabe si todavía quedan muchos más círculos que seguir cerrando entre estas dos generaciones de hombres de fútbol.

Tomás, que no había nacido cuando su padre ya había festejado su primer ascenso (y que lo viviría también en Lugo), confiesa que «vivir todo este ambiente desde dentro es muy bonito pero no queda otra que ascender el sábado», sobre todo cuando está siendo uno de los más destacados.

Además, el mediapunta era solo un niño cuando el Pontevedra festejó su último gran ascenso a Segunda División. Fue en el año 2004. Con nueve años militaba en la cantera del Lérez y no estuvo en el estadio. Es de esas personas que no gustan de grandes aglomeraciones y pasa por celebrar los éxitos de los suyos (amigos, ídolos y colores) en un ámbito más privado, aunque la procesión vaya por dentro.

Calidad y toque privilegiados

Esas dosis de timidez no se traducen en el juego que despliega sobre el césped. Luisito ha ido echando mano de él, poco a poco, hasta convertirlo en el jugador número 12 de este play-off. Le introduce para manejar la orquesta al calor del estadio lerezano, pero también cuando hay que desatascar el flujo del esférico o cuando el rival se encierra sobre sí mismo. Tomás tiene un don para encontrar soluciones y aunque reconoce que «las ocasiones claras que tuve no las metí», piensa en el grupo y en el global de la eliminatoria al aseverar que «los que entramos de refresco estamos cambiándole la cara a los partidos».

Encomendado a lo que de él pida Luisito, reconoce que «parece que no da llegado el momento de jugar». Esa tensa calma antes de la tempestad se les hace eterna a los aficionados, pero también a los protagonistas. Asume que ante estos duelos «el ambiente cambia» y confirma que tras un palo como el de la ida «lo peor es el siguiente día, por toda esa adrenalina acumulada».

Se muestra optimista con las posibilidades del equipo, pero prefiere ni hacer porras de resultados ni visualizar los posibles festejos, por lo que pueda pasar.

«Vivir todo esto desde dentro es muy bonito pero no queda otra que ascender el sábado»

Jugador del actual primer equipo

«Aquello fue increíble y ojalá el equipo pueda volver a ascender a la Segunda División B»

Jugador en el ascenso del 1984