La fiscala mantiene las penas para los acusados por una muerte en un cíber

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

El principal encausado afirmó ante el juez no recordar a quién le había pegado

24 may 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

Lo de que una imagen vale más que mil palabras quedó meridianamente claro ayer en el juicio contra los dos hermanos de O Vao (Poio) -un tercer hermano, menor de edad, ya fue condenado en su día- acusados de la muerte del propietario de un cíber de Marín. La grabación del circuito cerrado de videoseguridad del negocio, que ayer se exhibió en la vista, captó todo el incidente y propició que el magistrado se lo tuviera que recordar en varias ocasiones a las defensas y acusación.

La fiscala, al término de la vista, anunció que mantenía su petición de pena inicial de tres años y tres meses de prisión en el caso de Joaquín Salazar Jiménez, identificado como la persona que asestó el puñetazo que hizo caer a la víctima al suelo donde se golpeó fatalmente la cabeza. En el caso de su hermano Enrique, la petición se reduce a una multa de 360 euros por las lesiones que, presumiblemente, causó al hijo del fallecido en el transcurso de un forcejeo cuando este último pretendía echarlos del establecimiento.

La acusación también se dirige hacia este último, José Manuel Piedras Otero, para quien se solicitan sendas multas de 360 euros y que indemnice a los hermanos con otros 450 euros. De hecho, el único extremo en el que el ministerio público introdujo alguna variación fue en lo concerniente a la responsabilidad civil que entiende debe satisfacer Joaquín y que cifra, ya no solo en un mínimo de 290.000 euros, sino que incrementa con el perjuicio patrimonial que causó a la esposa y otros tres hijos del fallecido que dependían económicamente de este.

Durante su comparecencia, Jose Manuel Piedras relató que, aquel 11 de febrero de hace dos años, su padre le llamó por teléfono para decirle que unos chicos le estaban insultando y amenazando. Al parecer, y según precisaron los testigos, la víctima se negó a hacerles una copia de un disco compacto de música, lo que determinó que le faltaran al respeto en el momento en el que en el negocio estaba una pareja de novios. La chica les recriminó su actitud y estos se volvieron hacia ella insultándola haciendo alusión a su escote.

En esas, José Manuel entró en el local y, casi sin perder un instante, se dirigió hacia los acusados para exigirles que abandonarán el negocio. Se produjo entonces un enfrentamiento que terminó cuando Joaquín Salazar asestó un puñetazo en el rostro del fallecido y este, a plomo, se precipitó al suelo. Tanto su hijo, como los testigos están convencidos de que él fue el agresor. De hecho, un agente de la Guardia Civil que estudio a petición de la Policía Nacional las imágenes grabadas por la seguridad del negocio y que ya conocía de intervenciones anteriores a ambos hermanos fue contundente: «Lo reconocí sin ningún genero de dudas».

Por su parte, Joaquín mantuvo que no vio llegar a la víctima, así como aseguró que no recordaba a quien había pegado. A este respecto, insistió en que era consumidor habitual de coca y porros, mientras que su hermano precisó que fue José Manuel quien «vino hacia nosotros» y, supuestamente, le agredió en el cíber y en la calle.

Dos lesiones, una mortal

Los forenses determinaron que la víctima sufrió dos lesiones de entidad. La primera compatible con el puñetazo no era mortal, pero había fracturado la nariz del fallecido de tal forma que posiblemente requeriría de una intervención quirúrgica y le dejaría alguna secuela. La segunda, un traumatismo craneoencefálico asimilable con un impacto contra el suelo por caída acelerada.

«Está mal de la cabeza. Habla con las personas sin estar»

La defensa de Joaquín Salazar solicitó la libre absolución de su cliente, aunque alternativamente dejó la puerta abierta a una condena por un delito de imprudencia menos grave en el que se tuvieran en cuenta tres atenuantes: drogadicción, dilaciones indebidas y trastorno mental.

En este sentido, la madre del acusado explicó que su hijo «está mal de la cabeza (...). Habla con las personas sin estar», por lo que sigue un tratamiento, toma medicación y acude periódicamente a revisiones. Pese a ello, insistió en que «no está bien» y, de hecho, es habitual que se ría a carcajadas sin motivo o se pasee por la casa en ropa interior. Asimismo, confirmó que es consumidor diario de cocaína y hachís.

Sin embargo, todo parece apuntar en la dirección de que al procedimiento judicial no se aportaron los informes psiquiátricos que vendrían a confirmar sus palabras y en los que se refiriese el trastorno que, presuntamente, padece Joaquín.