El puente de A Barca cumple 150 años de transformaciones

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Ramón leiro

Desde su concepción, el puente ha sufrido toda clase de cambios motivados, en gran medida, por la climatología

05 mar 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Hasta su construcción, los pontevedreses solo disponía de dos opciones para cruzar a la otra orilla del Lérez. O atravesar el puente de O Brugo, o subirse en alguna embarcación. Todo comenzó a cambiar hace 150 años. Fue en 1867 cuando arrancó la construcción de una estructura de madera que comunicase Pontevedra con Poio. Cuatro años después el puente de A Barca -hay quien sostiene que su nombre alude al servicio de embarcaciones que cruzaban el Lérez desde As Corbaceiras y que gestionaban los monjes benedictinos- era una realidad.

Era una estructura que contaba con una zona levadiza para, de este modo, permitir el paso de barcos de gran porte. Sin embargo, esto no impidió que se registraran accidentes y colisiones de embarcaciones. En 1887, hace 130 años exactamente, se iniciaron las obras de lo que tendría que ser un puente de piedra. Una década después estos trabajos aún no habían concluido. De hecho, se paralizaron durante siete años hasta que, ya iniciado el siglo veinte, se empezó a levantar del arco metálico central.

Las crónicas periodísticas de la época reseñan que el nuevo puente fue finalmente inaugurado en julio de 1905. Desde entonces, A Barca ha sufrido numerosas reformas y actuaciones que no solo han servido para lavarle la cara, sino también para modificar su fisionomía original.

De este modo, la primera gran actuación fue consecuencia de un detalle que, aparentemente, no se tuvo en cuenta en el diseño. Y es que el metal está expuesto a la inclemencias meteorológicas, una circunstancia que derivó en la corrosión y óxido de la estructura central. No habían pasado ni cincuenta años cuando se decidió su sustitución por hormigón armado y, tal y como refieren en el blog Calles de Pontevedra, «se aprovechó también esta actuación para incrementar la anchura del tablero, tanto en el vano central como en los accesos».

La siguiente gran intervención ya data de finales de los años ochenta. Por aquel entonces, el Concello de Pontevedra se encontró con la necesidad de que los tres arcos que daban sostén al puente eran un obstáculo en la ampliación de la avenida de As Corbaceiras y su entronque con la de Uruguay. Es por ello que se dejó un único arco. Un actuación idéntica se tuvo que realizar en la otra orilla, en este caso motivada por el trazado de la autopista.

De la década de los noventa data la actual marquesina de madera. También de este material era la barandilla, pero pronto sucumbió a la meteorología y tuvo que ser sustituida por la actual metálica.

Los mismos rigores climatológicas que ha venido padeciendo el puente desde su concepción pueden motivar su próxima remodelación. La Xunta, tras los efectos causados por los últimos temporales, ha analizado el estado de la estructura y deberá decidir qué medidas adoptar.

Mientras tanto, el debate se está situando en si en un futuro el puente de A Barca debe solo ser de un único sentido y seguir manteniendo los dos actuales.