El motorista que desafía las leyes físicas

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

POIO

Imágenes cedidas

Este vecino de Poio es uno de los contados pilotos que están impulsando el stunt en territorio nacional

05 dic 2016 . Actualizado a las 08:38 h.

En España se cuentan con los dedos de las manos y los pies. Se estima que los pilotos profesionales de stunt no llegan a la veintena. A sus 28 años, Miguel Corredoira González, quien se transmuta en Miguel González Stunt Rider en cuanto se viste el mono, se coloca el casco y se sube a la moto, es uno de ellos.

Pero, ¿qué es el stunt? El diccionario registra que es una palabra con múltiples significados al traducirla al castellano. Desde «truco» o «hazaña» hasta «acrobático». En Hollywood se emplea para describir el rodaje de una escena de especial riesgo. Y es el nombre de un deporte que se cree que nació en las calles, en los extrarradios de las ciudades donde se juntaban jóvenes para demostrar quien era el que tenía una mayor pericia sobre dos ruedas. Es un espectáculo con miles de seguidores en países como Estados Unidos o Francia y que en España está presente en cualquier concentración motera que se precie.

Miguel lo descubrió recientemente, lo que no le ha impedido ser ya la estrella en alguna de estas citas y tenga apalabradas varias «actuaciones» en el 2017. «Hace un par de años compré mi primera moto. Siempre había sido mi ilusión». La primera era una «burra» de calle con la que acudió a varias concentraciones y fue allí donde descubrió el stunt.

Al principio, trató de emularles con su moto, pero enseguida comprendió que tenía más posibilidades de terminar con sus huesos por los suelos que realizando alguna de sus piruetas. «Decidí hacerlo como hay que hacerlo. Compré una moto específica, la preparé y me inicié», apunta este vecino de Poio.

Las de stunt, a diferencia de las que habitualmente recorren las carreteras de Pontevedra, disponen de una catalina de setenta dientes en lugar de los veinticinco o treinta habituales, tienen chasis o defensas laterales, emplean un embrague especialmente modificado que se acompaña de «unas buenas bombas de freno», de igual modo que destacan por sus amortiguadores.

Lamenta que en España el pasado de este deporte siga pesando y que aún existan muchas personas que lo engloben dentro del vandalismo o de las competiciones ilegales. Miguel es tajante al hablar de motoristas haciendo caballitos en la vía pública: «No tiene nada que ver con el stunt. El típico chaval que esta con la Vespino haciendo el animal por ahí está poniendo en peligro a otras personas. Nosotros actuamos en espacios cerrados, con nuestras protecciones y sin causar peligros estúpidos».

«Piensan que es hacer el loco, pero realmente tiene mucho entrenamiento, mucha precisión, mucha técnica, muchas horas...». Al mismo tiempo, alude a uno de los grandes problemas con el que se encuentran un día sí y otro día también: «Hay muy pocos sitios habilitados para poder entrenar».

Esto provoca que, en ocasiones, los pilotos de stunt tengan que hacerlo en una suerte de semiclandestinidad aprovechando polígonos sin actividad, parcelas abandonadas o espacios cedidos por alguna empresa en horarios fuera del laboral. «Lo único que necesitamos es una explanada asfaltada y nada más», remarca Miguel Corredoira, quien no descarta que algún día el Concello de Poio habilite un espacio para que pueda practicar su deporte y, ya puestos, iniciar a otros que quieran seguir sus pasos.

En este punto, remarca que es algo que «hay que llevar en la sangre». Miguel no oculta el hecho de que el riesgo de sufrir un siniestro siempre está presente. Eso sí, se congratula de que, al margen de pequeños golpes y «mazaduras», las lesiones y los accidentes le han respetado.

Y eso que ha llegado a este mundo muy tarde. «Es algo de lo que me arrepiento. Me arrepiento no haberlo descubierto antes porque es algo que me llena».

No comparten esto mismo sus padres, quienes ya se opusieron en su día a que comprase su primera moto, la de calle -«al final, el que tomó la última decisión fui yo»-, por lo que cuando les comunicó que iba a dar el paso a la profesionalidad, «al principio, no se lo creían y, luego, no querían por el miedo a que yo pudiese sufrir un accidente». Pese a que estos recelos y temores iniciales aún persisten, sus progenitores estuvieron presentes en sus dos primeras actuaciones. «Les gusta mucho, pero el miedo no se lo quita nadie. Es normal».

Su sueño es poder recorrer con su espectáculo toda España y salir al extranjero. El problema es el alto coste que este deporte supone. De hecho, Miguel no lo podría practicar sin sus patrocinadores. Son Pomoto, que le proporciona los neumáticos para entrenar; Lago Aves, Huevos y Caza, que hace lo propio con el combustible; y Talleres Solla.

Si de figuras acrobáticas se trata, Miguel señala que lo que más le gusta del stunt son los vuelos invertidos y los caballitos sobre el eje del motor. Ambos ejercicios son, según remarca, fruto «de muchas horas de trabajo y entrenamiento». En todo caso, reconoce que es un deporte que precisa «mucho gasto e inversión», por lo que se necesitan patrocinadores privados.