Un pueblo derrotado que busca una explicación

m. blanco moraña / la voz

MORAÑA

La rabia y la incredulidad se ha apoderado estos días de Moraña, conmocionada por la tragedia

03 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el día más azul, Moraña fue todo oscuridad. En el pueblo se respiraba ese silencio desgarrador que acompaña las mayores tragedias. Aquellas que sacuden sin remisión la conciencia colectiva. Moraña despidió ayer a Amaia y a Candela, dos inocentes de 4 y 9 años que volaron de este mundo de la forma más cruel. A manos de quien debía protegerlas. El ángel convertido en demonio. El pueblo entero, roto, desolado, respetó el deseo de Rocío Vieites, la madre, de decir adiós a sus pequeñas en la más estricta intimidad.

Hay lágrimas que desgarran almas. Ayer, en Moraña, no era difícil escuchar esos llantos que hacen temblar las piernas. Que doblegan al tipo más curtido. A unos metros de la casa donde ocurrió el crimen, una vecina lloraba desconsolada al evocar las últimas 48 horas. «Nadie se lo explica, nadie. Él era raro, pero... ¿Hacerle eso a las niñas?». Los 4.500 habitantes de la localidad pontevedresa viven estos días arrebatados por la rabia y la incredulidad. Las tragedias se amplifican cuando no aparecen las respuestas para explicarlas.

En Moraña todo el mundo conocía a Rocío y a sus pequeñas. Y esa sacudida por la proximidad estaba ayer en el ambiente. Nadie encontraba un motivo para entender lo sucedido. Seguramente porque la locura no tiene explicación. «¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?, llevo tres días haciéndome esta pregunta», se cuestionaba un amigo de la familia de camino a la iglesia. «Ni volviéndote loco acabarías con la vida de tus hijas. Este pueblo jamás podrá olvidar algo como lo que ha ocurrido», lamentaba.

Amaia y Candela eran dos niñas normales. Joviales y risueñas. Aficionadas a la pintura, a jugar con sus amigos, a disfrutar de la vida... Ese universo íntimo que modela a cada ser humano. El suyo quedó abruptamente interrumpido el pasado viernes por una tragedia que ha alimentado el morbo sobre la ruptura del matrimonio, sobre la condición sexual del parricida y su compleja personalidad. «No hay nada ahí que explique cómo este tipo puede llegar a ese nivel de inmundicia», argumentaba un joven vinculado al mundo del deporte en la localidad y próximo a la familia.

«La ha matado en vida», explicaba ayer una amiga de la madre. David Oubel ha consumado la venganza más macabra contra su ex mujer, a la que él mismo abandonó hace casi dos años para mantener una relación con un dentista de Cuntis. La relación entre ambos era mala desde el divorcio, pero nadie en el entorno de la familia podía imaginar un desenlace como este. Un episodio que ha derrotado a un pueblo pequeño, hospitalario, de gentes de bien...

Dicen que el tiempo lo cura todo. Que es el único remedio para superar tragedias de esta magnitud. Quizás sea así. A Moraña, sin embargo, este crimen le ha puesto una prueba muy dura.