La «cartera grande» de los celíacos

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

ramón leiro

Dos hermanas reclaman que los alimentos sin gluten sean más baratos o que se den ayudas a las familias

15 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Jessica y Ainhoa Saavedra Fernández son hermanas y comparten enfermedad: la celiaquía. A Ainhoa, que tiene 31 años, le diagnosticaron esta intolerancia al gluten cuando era un bebé. A Jessica, de 36, la noticia le llegó de mayor y embarazada de su hija Alicia. «Fue hace dos años. Nunca había tenido molestias y aunque tenía falta de hierro no lo achaqué a eso. Me iba hinchada para cama, tenía pesadez y gases», explica en una cafetería de Marín. Tuvo que ir cinco veces al médico para que dieran con el diagnóstico. «Me decían que era estreñimiento y me dieron jarabes. Hasta que me cansé y le dije que tenía una hermana celíaca».

Afortunadamente, las cosas han cambiado. Ser celíaco hoy no es ser un bicho raro, como le pasó a Ainhoa, aunque les vaya al bolsillo. Ella era muy pequeña, pero su madre, Moncha, que se suma a la conversación, hace memoria. «Vivíamos en un pueblo de Palencia. La niña, que tenía siete meses, no comía, estaba delgadita y tenía la barriga muy hinchada», recuerda. Estuvo ingresada en Valladolid y le decían que tenía raquitismo. «El disgusto fue horrible, yo pensé que se moría. Volvimos a Marín y fuimos a médicos de pago, pero nada. Hasta que la doctora Nistal, de la Casa del Mar, dio con lo que tenía Ainhoa». Moncha no sabía qué era la enfermedad celíaca. Hoy podría escribir un libro.

Aunque es una dolencia genética, ni los padres de Jessica y Ainhoa ni sus abuelos la tuvieron. Coinciden en que ser celíaco de mayor es mucho peor que convivir con la enfermedad desde joven porque cuesta más adaptarse. Lo que reclaman estas hermanas es una bajada en los precios de los productos que no contienen gluten, por lo menos de aquellos de primera necesidad como el pan o la harina. «Y si no se puede bajar el precio para no perjudicar a las empresas no estaría mal que el Gobierno concediera alguna ayuda a las familias», remacha Jessica. «Es que hay que tener una cartera may grande», añade Moncha.

Y ponen dos ejemplos. Un barra de pan sin gluten cuesta 1,60 euros, mientras que por un euro se puede comprar en algún sitio, apuntan, hasta cuatro barras. Lo mismo pasa con la harina: «Un kilo de harina sin gluten alcanza los 5 euros, cuando el kilo normal ronda los 60 céntimos». «Hoy hay de todo, pero cuando fue lo de Ainhoa comprábamos el pan en Padrón porque aquí no lo había», tercia Moncha. Según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España, en una compra semanal la diferencia entre productos sin gluten y con gluten es de 24 euros. Una cifra que al año llega a los 1.174 euros.

Comentan que llevan una vida normal, pero vigilando ya no solo lo que comen, sino donde compran y dónde comen. «La contaminación cruzada es peor que la directa. Por eso tenemos que cuidar los cubiertos y el espacio que comparten los alimentos», subraya Jessica. Comer fuera de casa también es complicado.