El clan de O Mulo, al banquillo por el alijo de cocaína de A Lanzada

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

MARTINA MISER

La planeadora que transportaba 3,6 toneladas de droga terminó ardiendo en la playa

20 may 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

El 15 de agosto del 2008, las Rías Baixas fueron escenario de una imagen que ya muchos creían cosa del pasado. La de un grupo de narcotransportistas varando una planeadora en plena playa de A Lanzada para, acto seguido, prenderle fuego con la intención de borrar sus huellas y los posibles vestigios que los pudieran identificar. Al cabo de unas horas, eran localizados fondeados cerca de Cabo Silleiro, en Baiona, más de 3.600 kilos de cocaína.

Este lunes arrancará en la Audiencia de Pontevedra el juicio contra los que la Fiscalía consideran responsables de este alijo. De este modo, en el banquillo se sentará Rafael Bugallo Piñeiro, O Mulo, y otros trece integrantes de su organización, según refiere el fiscal en su escrito. En su caso concreto, se enfrenta a una petición de once años de prisión y dos multas de trescientos millones por un delito contra la salud pública, así como a seis años de cárcel por pertenencia a una organización delictiva.

En cuanto al resto de encausados, si bien se pide la misma pena por el tráfico de drogas -en el caso de J. C. F. B. se piden trece años dado sus antecedentes penales-, mientras que se rebaja a cuatro años en el supuesto del segundo. A fin de cuentas, la Fiscalía sitúa en la cúspide de la pirámide a O Mulo, quien «puede ser considerado el dirigente o jefe», toda vez que era la persona que «negociaba directamente el transporte de cocaína con los grupos proveedores sudamericanos y quien diseñaba y organizaba los transportes concretos de cocaína por vía marítima».

De este modo, este clan «se encargaba de construir y pertrechar lanchas rápidas en dos naves», una de ellas ubicada en Castrelos (Cambados) y la otra en Meis. La estrategia que utilizaba este entramado, según desvela el ministerio público, era el de utilizar buques pesqueros -uno de ellos era el Ratonero- como gasolineras flotantes que simulaban realizar labores de pesca. Esto les permitía cubrir grandes distancias, alijar la droga que transportaban los barcos nodriza y regresar a la costa pontevedresa tras abastecerse de combustibles en puntos ya concertados de alta mar.

En cuanto al juicio que comenzará este lunes, este está relacionado con un operativo que comenzó a fructificar a mediados del 2008. Tras algunos contratiempos, el 9 de agosto, la organización fletó una planeadora sobre la que había estado trabajando los meses previos, al tiempo que del puerto de O Grove partía el Ratonero con más de dos mil litros de combustible.

Todo la operación se desarrolló sin mayores problemas hasta que la lancha rápida arribó a la costa gallega. El fiscal relata que, por un error en las comunicaciones, las personas que esperaban el alijo en tierra no se enteraron de que el alijo se demoraría veinticuatro horas en llegar. Esto es, en lugar de arribar el 14 de agosto como lo esperaban lo haría el 15.

Esta confusión hizo que los tripulantes de la planeadora cuando alcanzaron las coordenadas previstas inicialmente para realizar la descarga, «al no tener comunicación con tierra», se encontraran con que no había nadie de su organización aguardándoles. Optaron entonces por fondear las 3,6 toneladas de cocaína en las proximidades de Cabo Silleiro.

Quienes sí les esperaban eran los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La Policía Nacional, Guardia Civil y SVA comenzaron una persecución, en la que emplearon medios aéreos y acuáticos, que terminó con la planeadora varada entre llamas sobre la arena de A Lanzada. A partir de entonces, las detenciones solo fueron cuestión de tiempo.