«Me dijo que eligiera cómo quería morir»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Una mujer de Marín cuenta cómo su expareja la intentó matar y cómo se siente arropada tras haberlo denunciado

26 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Su nombre, a día de hoy, podía ser uno más en la lista de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. No es una exageración. Lo cuenta ella misma. «Me intentó matar», dice nada más empezar a hablar. Pero, afortunadamente, O. M. A., de Marín, vive. No solo vive; vive para contarlo. Aunque traer al presente lo que le pasó hace ya dos años sea reabrir una herida que aún está cicatrizando, habla sin problema de aquel día. Y lo hace por varios motivos: porque cree que le puede ayudar a vencer el miedo que aún siente, porque no se arrepiente de haber denunciado y, sobre todo, porque cree que es hora de que las mujeres víctimas de malos tratos hagan prevalecer la valentía sobre el terror y cuenten en voz alta sus calvarios.

Ella, de mediana edad, había decidido poner fin a la relación que mantenía desde hacía un año con un hombre. No convivía con él, pero sí se veían todos los fines de semana. Ella nunca se había sentido maltratada por él, ni física ni psicológicamente. De hecho, insiste en que no le dejó porque fuese violento. Fue una ruptura, en principio, civilizada. «Yo sentí que me estaba engañando, le había cogido en mentiras y decidí acabar con lo que teníamos, nada más. Él hasta ese momento, más allá de que me engañase o no, siempre había sido una persona correcta, a veces hasta me parecía un santiño. Jamás dio una palabra más alta que otra, al menos conmigo», señala.

El caso es que, tras la ruptura, él insistió en volver. Y ella le dijo que no. Él pidió que quedaran una sola vez para devolverse las fotos que uno tenía del otro. Ella aceptó. Él le propuso verse en un lugar un tanto apartado. Y ella reconoce que le pareció algo raro. Pero él, que no era de Marín, le insistió en que se había perdido con su vehículo, y que además había sufrido una avería en el coche. «Al final acepté y fui a su encuentro», señala esta mujer. Los acontecimientos se precipitaron. Él insistía en volver. Ella dijo que no. Intenta recordar aquel momento y su voz, hasta entonces llena de aplomo, llena de valentía, parece quebrarse. Pero no. Saca fuerza para seguir narrando: «Me dijo que si no era para él no iba a ser para nadie. Y sin levantar la voz, todo tranquilo, me sacó una bolsa, una cuerda y algo cortante, que yo no sé si era una navaja o un cúter, y me dijo que eligiera cómo quería morir» señala. Recuerda que frotaba la cuerda con sus manos mientras ella le miraba horrorizada. «Tenía un pánico terrible, sentía que podía morir», indica. ¿Cómo salió viva? «Estuve durante hora y media, hora y media sí, que se dice pronto, pero que fue el tiempo más eterno de mi vida, diciéndole que le quería, que iba a volver con él, que no se preocupase que no lo dejaría... Le prometí todo para que se fuese calmando. Todavía no sé cómo logré convencerle», señala con un nudo en la garganta.

«Estaba tan tranquilo»

Dos años después de esos hechos, lo que más le sorprende a ella es la calma que detectó en él mientras la amenazaba de muerte: «Estaba tan tranquilo, era como si lo tuviese todo ya preparado. Yo sigo teniendo grabada su imagen con la cuerda, frotándola entre las manos, y totalmente calmado, sin gritar ni nada, como si no le importase lo que me estaba diciendo y haciendo».

Dice que, cuando le vio convencido de que no le iba a dejar, cuando el peligro ya no parecía tan inminente, se escabulló como pudo y montó en su coche. No sabe si él la siguió o no. Pero debió hacerlo. Porque ella se refugió en la casa de una de sus hijas y llamó a la policía. Y a él, pocos minutos después, le detuvieron en el portal de la vivienda de ella, es decir, que seguramente la estaba buscando.

¿Qué vino después? «Tras la denuncia todo fue bien. Nadie debe dudar en denunciar o no. Fue duro verle en el juicio.... pero mereció la pena». Cuenta que lo condenaron. Y que le pusieron una orden de alejamiento de ella, que aún sigue vigente. También hay un policía que le hace seguimiento y cuenta con el teléfono de Cruz Roja. Dice que son su tabla salvavidas. «Me da mucha confianza saber que con pulsar un botón ya doy la alarma, es un seguro, estoy arropada». Uno la entiende. Pero siente que el seguro, en realidad, es ella misma. Su fuerza. Su valentía. Su coraje.

«Tengo grabada su imagen frotando la cuerda con la que quería matarme, eso no se olvida»