Competir contra las migrañas

manu otero PONTEVEDRA / LA VOZ

DEPORTES

Bea Gómez lleva un año peleando contra una enfermedad que la deja sin vista ni habla por momentos y que ya la dejó fuera de Río

21 oct 2016 . Actualizado a las 05:10 h.

Un verdadero dolor de cabeza es con lo que tiene que lidiar a diario la nadadora pontevedresa Bea Gómez Cortés. Hace un año un extraño episodio de migrañas la dejó durante un par de horas sin vista ni habla. Desde entonces, su dolencia se hizo crónica y la nadadora gallega sigue luchando contra una enfermedad que le impide entrenar con normalidad. «Son unas migrañas raras, se llaman migrañas con aura, antes del dolor de cabeza pierdo la visión y a veces el habla», explica la joven deportista que se quedó sin sus primeros Juegos a causa de esta dolencia.

«Al principio no le di importancia porque me daba una vez al mes o cada dos meses, pero tras las vacaciones del año pasado me daban un montón y descubrimos que eran por el esfuerzo físico», relata la pontevedresa. «Cada vez que entrenaba fuerte me daba un brote y estaba una semana hecha una mierda. Se me pasó de todo por la cabeza, así no podía seguir porque no estaba haciendo nada y encima me estaba fastidiando la salud», confiesa la nadadora que se prepara para la próxima temporada en la residencia Blume de Madrid. «Me dieron ganas de dejar de nadar», llegó a pensar.

Además todo coincidió con la detección de un problema cardíaco que la obligó a pasar por el quirófano en el 2014. «El primer brote fue antes de la intervención, después se reducirían las posibilidades de que me dieran pero fueron a más, así que sino me llego a operar aún sería peor», explica Gómez matizando que esta dolencia neurológica nada tuvo que ver con la operación. «Me tocaba revisión y descubrieron que el agujero se había hecho más grande y había que cerrarlo», resume Bea la explicación de su cardiólogo al que acudió tras aquel primer brote de migrañas.

«Fue en una concentración en Tenerife, me asusté un montón porque además de no ver, no podía hablar y tampoco entendía lo que la gente me decía», recuerda todavía angustiada aquel primer episodio. Ahora ya conoce los síntomas y se lo toma con más tranquilidad. «Lo de la vista y el habla me dura entre una y tres horas, luego viene el dolor de cabeza, llegué a encerrarme un día entero en la habitación sin luz ni ruidos», recalca. Pero los problemas se alargan. «Luego me iba recuperando pero estaba hecha polvo toda la semana como si hubiera salido de fiesta», ilustra.

Era como un callejón sin salida, tratamientos con más efectos secundarios que resultados, pérdida de peso, depresión... hasta una semana antes del selectivo para los Juegos en la que probó un nuevo tratamiento que daba con la tecla. «Conseguí entrenar una semana pero no dio tiempo a mucho», lamenta todavía hoy.

Aunque padece este mal con menor intensidad, está decidida Bea a ganar la carrera. «Este año estoy mucho mejor», sentencia