La dulce retirada del atletismo

C. Pereiro

PONTEVEDRA

ramón Leiro

Robertas Geralavicius y María Gestido cambian la competición por su aventura familiar

26 jun 2016 . Actualizado a las 05:25 h.

Sus nombres no pasan desapercibidos en el circuito del atletismo pontevedrés. El lituano Robertas Geralavicius y la canguesa María Gestido pueden presumir de haber llevado una carrera deportiva entre aplausos y abrazos. Robertas figuró en innumerables ocasiones en los primeros puestos de las carreras populares de Galicia, además de en un sinfín de pruebas de alta competición, llevándose títulos y trofeos por docenas. María se hizo campeona de España de maratón en dos ocasiones, en el 2009 y el 2013. Ahora, su carrera como padres ha desbancado cualquier otra competición. Toca ejercer de progenitores, y el atletismo de alto nivel, simula desaparecer en el horizonte.

Es algo natural, y lo asumen con tranquilidad y, por supuesto, encantados. Su hija Lía es inquieta, va de columpio en columpio mientras sus padres la siguen con la mirada. La pareja se conoció hace una década. En un campeonato de atletismo, como no podía ser de otra forma. Por aquel entonces el lituano vivía en Santiago de Compostela, y ya se había labrado un nombre dentro de la escena gallega. «Llegué de mi país pensando que me iba a quedar un mes y medio. Llevo 15 años», ríe Robertas.

«También dije que nunca iba a salir con una atleta, que tenemos muy poco tiempo libre. Ella tampoco sería bajita, ni morena... Fallé en todo», ironiza el deportista. Apenas un suspiro le faltó para ir con la selección de su país hasta las Olimpiadas de Río. No le da mayor importancia, dice que ese tiempo prefiere invertirlo en quedarse con su familia y disfrutar de su hija. Ni siquiera el factor económico le antoja la más mínima duda o pena respecto a ello.

María es una corredora infatigable. Tanto, que incluso tras ser diagnosticada, hace un año, de un problema de corazón, piensa en apuntarse en alguna carrera. Fue una noticia pésima aquella, que recibió como un jarro de agua fría. Por suerte, el tiempo parece haber ido poniendo las cosas en su sitio, y tras diversas pruebas y una constante vigilancia, la canguesa retomó sus entrenamientos. Eso sí, ahora hay que dividirse entre el trabajo, el deporte y Lía.

Ella comenta que lo echará de menos, el competir. Robertas se muestra más reacio. «Nos quedarían unos años corriendo a un buen nivel, con posibilidad de ganar cosas pero... Hay otras prioridades. Estuve viniendo de Boiro todos los días para trabajar, en unos días pasaré a trabajar en A Coruña... El atletismo profesional requiere de mucho tiempo y mucho esfuerzo, es muy sacrificado si de verdad quieres tomártelo en serio. Con entrenamientos muy duros y, a veces, solitarios. En nuestro caso nos turnábamos para estar cuidando de Lía y que el otro saliera a correr», explica el lituano.

Diez años juntos y entre carreras. En 2013, cuando María se alzaba con la victoria del Maratón de A Coruña y se coronaba campeona de España, Robertas iba a su lado, dando ánimos y haciéndole de libre. En principio iba solo a hacer 25 kilómetros y al final acabó acompañándola hasta la línea meta, hasta el final.

Apenas un año después emprenderían otra carrera, esta vez como trío, con Lía a la cabeza. La pequeña cuenta ahora con dos años. Aún no habla, aunque cuando lo haga quizás sea en un idioma extraño y desconocido. Su padre habla seis.

«Tenemos las cosas claras», dicen. «Ahora tenemos otros objetivos, otras cosas. Llega un momento en el que hay que cambiar el chip».

Reconocen que no pueden ni deben dejarlo de golpe. Esto podría suponer un riesgo para la salud debido al nivel que han mantenido los últimos años, pero si que cada vez el entrenamiento es menor.

Es una retirada dulce cuanto menos, sin dolor, ni debido a causas de fuerza mayor. Es simplemente la llegada de una nueva vida. María y Robertas, la fondista canguesa y el corredor lituano. Se hará hasta raro no oír sus nombres a través de los altavoces, o al menos no estrenándolos al ser los primeros.