El peregrino de los 57 Caminos

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

ramón leiro / cedida

Pedro Antonio Peña comenzó ayer, con 79 años, su ruta número 57, la Variante Espiritual, la única que no ha hecho nunca

29 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A Pedro Antonio su mujer ya no le deja ir solo a hacer el Camino de Santiago. Tiene 79 años y hace una década que padece del corazón y está sometido a la pequeña tiranía de la medicación diaria. Ella es más de hacer el Rocío que el trayecto que une cualquier parte de España con la capital gallega, así que lo suyo no es una pasión que pueda compartir con su marido. Es el único sustantivo posible para intentar explicar las 56 veces que ha conseguido sellar la compostela. La última anteayer, cuando completó por sexta vez el camino Primitivo. Sumando todas sus expediciones, ha pasado alrededor de cinco años andando sin parar hacia el lugar de peregrinación más famoso del cristianismo. Son unos 300.000 kilómetros en total, si se toman de media 600 kilómetros por cada una de las rutas diseñadas. Aunque dice que si suma los entre diez y doce diarios que hace para estar en forma serían muchos más.

El agobio del francés

Algunos trayectos, los que integran la Ruta de la Plata, por ejemplo, que parten de Andalucía, constan de unos 1.200, lo que supone cuarenta días, aproximadamente, de caminata. Ha hecho el camino francés doce veces. Fue entre 1987 y 1996. A partir de ese momento el trayecto se empezó a masificar tanto que perdió parte de su encanto a ojos del catalán, que vivió en Valencia y actualmente reside en Marbella. «Me agobia», confiesa.

Conoció Santiago en su luna de miel. Fue a Andalucía a hacer la mili, conoció a su mujer «y a los tres días ya éramos novios». Entonces lo que estaba de moda era ir a Mallorca de luna de miel, pero como él ya conocía la isla suficientemente bien por trabajo, convenció a su recién convertida esposa para ir a la tierra de las meigas. En avión. No fue hasta 1987 cuando, movido por su afición al montañismo y al ejercicio y por curiosidad se lanzó al camino. Solo. Porque es lo que engancha: «Está muy manida la frase, pero es que se encuentra uno a sí mismo».

Cenas e historias

Por aquel entonces los peregrinos apenas se podían contar por decenas de miles -unos 20.000, estima-; ahora rozan los 150.000. Las ventajas del aumento son evidentes para todo el mundo, pero solo quienes llegan con callos, ampollas y las emociones a flor de piel ven los inconvenientes. «Ha cambiado totalmente. Ahora todo es negocio. Llegas al pueblo y ya ves a la entrada al típico propietario de albergue privado que te pregunta dónde vas a dormir. Antes te recibían con los brazos abiertos, te daban de cenar y cuando terminabas te decían que pagases lo que quisieras, y luego todo el mundo se ponía a contar cosas. Ahora te piden dinero antes de nada», lamenta.

Aún así, no es razón para desengancharse. Al contrario, la receta que se aplica es clara: ir a las más desconocidas o menos frecuentadas. Es precisamente esta filosofía (de vida) la que lo llevó el viernes por la tarde a Pontevedra. Desde allí partió unos minutos después nuevamente hacia Santiago. Esta vez por una ruta nueva. «No contaba yo con conseguir una compostela nueva a estas alturas», dice riendo. Es la variante espiritual. Intrigado por la aparición de un trayecto por estrenar que se le escapase, consultó a la Archicofradía de Santiago a la que pertenece, que le confirmó que, aunque a la ciudad del Lérez solo la separan 60 kilómetros de la capital gallega, al desviarse hacia la comarca de O Salnés, la longitud total del recorrido supera los cien kilómetros exigidos en veinte. Así que, aunque solo le pidió permiso a su mujer para estar una semana fuera y repetir el Primitivo, se vio incapaz de regresar sin su nueva adquisición inmaterial.

Esta aventura le permitirá, además, seguir ampliando su complicación -no le gusta el término «colección», matiza- de sellos de parroquias advocadas al Apóstol Santiago. De las 823 que hay en toda España, le faltan dieciséis. Cinco o seis de ellas están localizadas en la provincia de Pontevedra. «Algunos curas tienen mucho trabajo, y hay otros que yo creo que ni reciben las cartas que les envío pidiéndoles el sello», explica. Por eso Pedro no tiene pensado parar todavía: ni de intentarlo ni de caminar. Hacia Santiago. O hacia donde le lleve el camino.

Si suma todas sus aventuras hacia Santiago ha caminado unos cinco años, calcula

Le faltan 21 de los 823 sellos de parroquias advocadas al Apóstol en España