Medio millón de kilómetros sobre dos ruedas

Bea Costa
bea costa VILAGARCÍA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Fernando Villanueva vive ahora la moto con «<span lang= gl >outra filosofía</span>», la de disfrutar de las sensaciones y experiencias del camino.
Fernando Villanueva vive ahora la moto con «outra filosofía», la de disfrutar de las sensaciones y experiencias del camino. mónica ferreirós< / span>

Fernando Villanueva cumple 30 años conociendo mundo en la moto y aspira a «ser enterrado» con ella

07 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Compró su primera moto en 1986 y ya nunca dejó de tener una en el garaje. Va por la octava. Aquella Vespa 200 le costó 300.000 pesetas. Por la BMW K-1.300 GT que conduce ahora pagó 22.000 euros. No solo los precios han cambiado en treinta años. En este mundillo han evolucionado muchas cosas, también su concepción de la moto, que empezó disfrutando en los circuitos de velocidad y acabó convirtiendo en su compañera de viaje para hacer turismo. A los veintitantos, Fernando Villanueva era de los que procuraba no perderse una concentración. A la de Jerez fue durante ocho años y a la de Pingüinos, en Valladolid, tampoco solía faltar. Si hacía falta hacer de un tirón mil kilómetros para acudir a una cita motera, los hacía. Ahora también, pero el aliciente es otro: disfrutar del camino.

Subido a la moto ha viajado en tres ocasiones a Marruecos, ha hecho el «desafío Brujas» recorriendo la Europa medieval, conoció Córcega y Cerdeña, se maravilló con los paisajes de los Pirineos, condujo por la izquierda en Inglaterra y descubrió que los estereotipos sobre el sur de Italia son ciertos. El de Sicilia, en el 2012, fue su viaje más duro, comenta. «Foi onde pasei máis medo. Alí a xente conduce sen carné, atopas seis coches xuntos en dous carrís, circulan coches que aquí non pasaban a ITV nin de broma, non hai policía...»

Frente a este caos, «o mellor país para a moto é Francia, polas estradas, a paisaxe e porque ten moi boas rutas». Sin olvidar Portugal donde, lejos de la mala fama de sus conductores, «respectan moito a moto». Sabe de lo que habla. Cruza el Miño con frecuencia porque allí, aparte de sentirse cómodo y de disfrutar del bacalao que tanto le gusta, puede plantarse en un fin de semana. Entre viernes y domingos ha recorrido Galicia y el resto del noroeste peninsular. Para ir al sur o acercarse a Irún debe echar mano de las vacaciones y planificar mucho más la ruta. Ese, dice, es el secreto para que el viaje salga lo más barato posible y optimizar el tiempo al máximo. «En oito días en Marrocos para dúas persoas gastamos uns 800 euros».

Este vilanovés afincado en Vilagarcía no tiene más que palabras de elogio para Marruecos: «O que máis chama a atención é o contraste da paisaxe. Pasas do verde do norte do país ao deserto. A xente é moi amable, como ocorre case sempre no interior. Na costa é outra cousa», relata. Tantos años en carretera le han permitido conocer a multitud de gente, entre los que no faltan numerosos aficionados a la moto. Tanto es así que Fernando presume de tener amigos por toda España. Con muchos mantiene contacto a través de los blogs, que frecuenta para escribir sobre sus viajes: «A miña experiencia pode servirlle a outros».

¿Croacia o Estados Unidos?

Su próximo objetivo en el mapa está por trazar. Actualmente se debate entre dos destinos: Croacia o la Ruta 66, que cruza Estados Unidos de costa a costa. A Fernando le apetece mucho hacer los 6.000 kilómetros que separan el Atlántico y el Pacífico,

«pero é moi caro, sobre todo a viaxe ata alí e alugar a moto»

, porque su BMW tendría que quedar en el garaje de Vilagarcía. Se verá. Lo que es seguro, salvo imprevistos de última hora, es que en septiembre reunirá un par de semanas para coger la moto y seguir acumulando kilómetros. Le pedimos que haga un cálculo.

«Bótalle a conta, a unha media de 15.000 quilómetros por ano durante trinta anos».

Redondeando, sale cerca del medio millón. Es mucho. Él dice que no tanto. «

Hai outros moteros que fixeron máis ca min. Eu son como moitos»

, puntualiza. Y ¿hasta cuando?.

Ni se le pasa por la cabeza retirarse. Es más, aspira a seguir sobre dos ruedas muchos años más. «Quero que me enterren coa moto», apunta sin un atisbo de ironía. En todo caso, su objetivo no pasa por acumular millas. Lo suyo es disfrutar del viaje, de sus colores, formas y olores. «Sentes a climatoloxía na pel, iso non cho da o coche. Na moto esquézome de todo, reláxome, é o pracer de conducir, como di o anuncio». No siempre se dan las condiciones ideales, pero hoy en día el frío y el viento son más llevaderos gracias a los nuevos materiales y productos.

Pese a todo, la cazadora de piel sigue siendo la señal de identidad del motero por antonomasia. Aunque, puntualiza Fernando, conviene discernir. Él y la gran mayoría de los aficionados nada tienen que ver con el tópico del macarra enfundado en cuero y tachuelas que va por ahí haciendo trompos y armando follón. «A maioría somos xente normal. O mellor motero é o que está enriba da moto. Adoita ser unha persoa prudente». Claro que le gusta la velocidad, él ya sabe lo que es alcanzar los 290 kilómetros por hora, «pero só onde se pode».

«O mellor motero é o que está enriba da moto. Adoita ser unha persoa normal, nada que ver coa imaxe que pode ter algunha xente de nós»

«A de Sicilia foi a viaxe na que pasei máis medo. O mellor país para a moto é Francia, polas rutas e pola paisaxe, e Portugal tamén respecta moito ás motos»