19 años durmiendo con un balón

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

El joven guardia Javonte Green cuenta las horas para regresar a su Virginia natal y casarse con Adiva, su novia, universitaria y madre de su pequeña

11 nov 2015 . Actualizado a las 13:15 h.

No recuerda muy bien cómo empezó en el baloncesto. Solo sabe que su madre le contó que desde que tenía 2 años era incapaz de quedarse dormido sin un balón de basket de juguete entre los brazos. Ahora hace unos mates que dejan boquiabiertos a decenas de aficionados cada sábado. A sus 21 años, el Marín Ence Peixegalego ha sido su primer destino fuera de Virginia y de la Universidad de Radford, donde jugó las últimas tres temporadas. En su momento fue la única oferta que recibió, así que no lo dudó, como tampoco lo hizo cuando supo de la del equipo azul. Pensó que no tenía demasiado tiempo para decidirse y aceptó.

Dice que no se arrepiente y que se hizo a Galicia con más rapidez de la que imaginó, pero confiesa que -aunque no tenía ninguna idea preconcebida de cómo era su nuevo destino, del que no había oído nada en concreto- le sorprendió la poca gente que domina el inglés. Compartir apartamento con el otro angloparlante del cuadro de Javi Llorente, Gabriel Antony Rogers, ayuda.

Por eso habla casi a diario con su familia a través de algún sistema de videoconferencia: sus padres y su futura mujer, Adiva, quien lo espera desde hace meses en Estados Unidos junto a su hija Khloé, de 3 años, para casarse. Será una ceremonia modesta, a la que solo acudirá la familia y amigos más cercanos, que se celebrará el 22 de diciembre. Llevan apenas seis meses juntos, pero hace tiempo que se conocen y tienen claro que van a aguantar, por lo menos, hasta el 2018 sin verse demasiado. no les queda otra, porque su prometida tiene 20 y está todavía en la universidad estudiando Fisioterapia.Él acaba de terminar sus estudios, requisito imprescindible para hacerse con la beca estadounidense que le permitió dedicarse profesionalmente a su pasión. Se decantó por un grado de Justicia Criminal, más por una cuestión práctica -sabe que no va a poder vivir siempre del básquet- que por vocación, y asegura que en el futuro lejano se ve en una oficina de libertad condicional.

Pocas palabras necesarias

Tiene un salto que ya les gustaría a muchos jugadores de su categoría, pero reconoce que gran parte de su forma física le viene de herencia. Hizo pesas en la facultad, pero ahora no se fuerza demasiado. Entrena junto al resto de sus compañeros, un par de horas al día, excepto en las jornadas de doble entrenamiento, y asegura que el resto del tiempo lo emplea durmiendo, descansando o comiendo para reponer fuerzas. Sobre todo, para devolver a la afición parte de que lo que le lleva dando desde que aterrizó en el pabellón de A Raña. La entrega de los seguidores del equipo le cautivó desde el primer partido, y ahora intenta aprovechar la oportunidad que le brinda el baloncesto europeo para aprender algo de deportes fundamental. «Es menos espectacular que el americano; allí se juega para dar espectáculo, y aquí es más funcional», matiza.

Por eso parece querer admitir que, en realidad, le gustaría alcanzar su cénit profesional en Estados Unidos, en la NBA, pero su prudencia le lleva a asegurar con que, si no puede ser, Europa es un lugar perfecto para desarrollar su carrera deportiva. Y sus mates, que aspiran a ser como los de Dominique Wilkins. Es una de las pocas palabras que domina del español pero tiene la ventaja de que, tan pronto coge el balón y se pone a jugar, todas sobran.

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