Un gigante del básquet en la cocina

Elena Larriba García
elena larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

El exjugador ACB Valentín Baeza es hoy un empresario de hostelería que, con sus dos metros de altura, es capaz de desenvolverse en apenas un metro cuadrado entre fogones

08 nov 2015 . Actualizado a las 14:08 h.

Valentín Baeza (Pontevedra, 1967) aún sueña por las noches con su etapa deportiva. «Me veo en una cancha y metiendo un mate». El exjugador de baloncesto, que destacó por su dureza defensiva, hace dieciséis años que dejó de moverse bajo los aros y ahora defiende la posición de pívot como empresario de hostelería en la tapería La Espuela, de la calle Figueroa. Lo más sorprendente es ver cómo este gigante de 2 metros es capaz de trabajar con soltura en una cocina de apenas un metro cuadrado. «Cuestión de concentración y organización, como en el deporte y como todo en la vida. Aquí también hay que tener método, orden y disciplina».

Toda su carrera deportiva transcurrió en Galicia, en Primera División, en ACB, LEB y EBA, con el Celta de Vigo, el Obradorio de Santiago, el OAR de Ferrol y el Breogán de Lugo, entre otros equipos. Jugó quince temporadas como profesional, con alguna en blanco por una grave lesión, y compartió cancha con Romay, Lavodrama o Manolito Aller.

A Baeza no le resulta fácil recordar aquella bonita etapa, quizás porque la nostalgia es traicionera y lo que después le deparó la vida no fue, precisamente, un camino de rosas. También, porque detrás de esa «roca» que era en la cancha, se esconde una persona de gran sensibilidad.

Su primer contacto con el Baloncesto fue en el Colegio Sagrado Corazón, con un profesor de gimnasia que le inició en este deporte. El primer equipo en el que jugó, en Segunda Provincial, se llamaba Baniforst, con Elías Espiñeira, el que fue director general del Pontevedra C.F., como compañero. «Fue mi padre -Antonio Baeza- el que se movió para sacar adelante aquel club y que pudiéramos jugar al baloncesto». Así le entró el gusanillo por el básquet.

De aquella, Valentín tenía 18 años y ya medía los dos metros de ahora. «Tuve un crecimiento tardío, pero cuando pegué el estirón... Uff». Recuerda que era muy delgadito cuando José Luis Torrado se fijó en él en un partido. «Algo debió de ver en mí, porque me cogió por banda y en dos meses me puso como una bestia».

Torrado, su «padre deportivo», lo puso en forma y se lo llevó al Galeones de Vigo, del que era preparador físico, un equipo integrado en el Celta baloncestístico. Allí estuvo dos años con Vicente Rodríguez, Cholas, como entrenador.

Fue en la temporada 1988-89 cuando Baeza fichó por el Obradoiro de Santiago y un año después jugó aquel famoso play off contra el Murcia, «gracias al cual el Obradoiro está hoy en ACB».

Después vendrían sus cuatro temporadas en el OAR de Ferrol, donde sufrió su peor lesión cuando Anicet Lavodrama le cayó encima. Y de allí al Breogán de Lugo y al Cíes Vigo, para acabar su carrera deportiva a finales de los 90 en el Celso Míguez de Pontevedra. «Llega un momento en que ir a entrenar es un suplicio, porque las lesiones han sido muchas, y cuando entrenas con dolor hay que decir basta», explica. «La pena es que en ese momento es cuando empiezas a disfrutar más del baloncesto y a valorar aspectos del juego en los que no reparas cuando eres joven».

Su hija Nerea, que jugó en el Arxil, le devolvió al ambiente baloncestístico y a escuchar el eco del bote de balón en la pista, «¡que no sabes lo que me relaja!», exclama.

Valentín Baeza estudió, mientras jugaba, la carrera de empresariales, y cuando dejó el básquet entró como director financiero en una empresa granitera, a la que barrería la crisis. Cando se vio en el paro, decidió embarcarse en su primer negocio de hostelería, la cafetería Los Castellanos, «en la que invertí -dice- todo el dinero que tenía y el que no tenía». Allí creció su afición a la cocina y a pesar de que funcionaba bien, un contrato de alquiler leonino lo llevó a la ruina.

«Después de aquello lo pasé mal», admite cabizbajo. Pero con ayuda de amigos y familia volvió a salir adelante y abrió La Espuela, hoy una de las taperías de referencia del casco viejo de Pontevedra.

reportaje

Baeza jugó como pívot en el Celta, en el Obradoiro, en el OAR y en el Breogán de Lugo