El lujo de comer turrón y repostar

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Mónica y Begoña son dos de las madres pontevedresas en cuyas familias no entra ningún ingreso. Ambas tienen hijos a su cargo y ganas de luchar

01 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«No me acuerdo... no me acuerdo». Tras un momento más intentando hacer memoria, Mónica reconoce que no es capaz de decir cuál fue el último capricho que se dieron esta pontevedresa de 41 años de edad y sus dos hijas, de 12 y 14. Se le acabó el paro el mes pasado, y este tuvo que anular su plan de jubilación para pagar las facturas. Desde que se separara de su marido hace seis años, se encarga ella sola de pagar la hipoteca y cuidar de las niñas.

Se le quiebra la voz cuando intenta responder cuál fue el gasto que más le costó recortar: «Privarle a mis hijas de muchas cosas... Desde que me separé me volqué en ellas y procuraba los domingos irme con ellas por ahí, un día a un lado, otro día a otro, para hacer la vida más amena, y yo eso lo tuve que cortar...». Mónica hace una pequeña pausa. Reconoce que sus dos pequeñas son conscientes de la situación que atraviesan. «Ellas mismas ya no te piden -dice, y calla unos segundos para recuperar la voz-. No te piden ninguna cosa fuera de lo normal, ellas saben que no se puede y lo tienen asumido».

Su voz es la de una de las 1.159 familias de Pontevedra que no recibe ningún ingreso, y también una de las 3.354 con todos sus miembros en paro. A Mónica se le empezó a torcer la vida hace dos años, cuando el contrato indefinido como limpiadora de un colegio con el que contaba desde hacía once se cambió por un despido.

Desde entonces no ha parado: «Eché currículum para todo, hasta para cosas de las que no entiendo nada, que nunca trabajé en ello. Pero yo estoy dispuesta a todo, si tengo que aprender aprendo, lo que necesito es un trabajo. Y echo currículum para todo: en cuanto se te ocurre, y si pasas por un sitio dices, ??ah, pues aquí puede ser??, y ya llevas la carpeta contigo, y piensas ??bueno, pues aquí lo voy a presentar??, pero nada de nada».

Ahora está a la espera de que le concedan la ayuda para parados de larga duración del Gobierno. Serán 426 euros a repartir entre ellas tres y su cuarta boca que alimentar: la hipoteca de 320 euros. «¿Que cómo se consigue? Pues privándote de todo. Tratas de cumplir con las necesidades de las niñas y pagar los gastos evidentes del piso, y después de lo demás te privas de todo. Y ahora porque de estar hablando con gente me enteré de que hay ayudas para alimentos y eso, pero hasta ahora, así. Tienes que tirar como buenamente puedas. Yo no puedo decir que voy a una verbena, porque no puedo. Porque el coche tiene gasoil, y tienes que mantenerlo, y lo tengo ahora mismo sin ITV... Tienes que privarte de las cosas que no te son realmente necesarias. Como yo digo, ahora mismo es un lujo tener el coche al día».

 

 

Dejó los estudios

 

 

Begoña sí recuerda cuál fue el último capricho que se dieron su marido, sus tres hijos y ella: dos tabletas de turrón de chocolate en Navidad. Se las dieron gracias a una de las campañas solidarias que cada año ponen en marcha decenas de entidades en la ciudad. Aunque sonríe cuando lo recuerda, la idea no consigue aplacar la tristeza de admitir que su hija mayor, de 19 años, ha tenido que abandonar sus estudios de Administración y Gestión de Empresas en el IES de Monteporreiro por falta de medios, aunque está pensando en volver en septiembre. «Ella se daba cuenta de que le pedían material y cosas que no podía conseguir», admite.

Javier lleva un año sin conseguir ningún encargo para limpiar fincas, ni ella para seguir cuidando gente mayor. Esperan desde marzo una respuesta a su solicitud para cobrar el Risga, pero todavía no saben nada. Por eso este fin de semana tuvieron que ir a la asociación de vecinos de Monteporreiro para pedirles una compra. No les quedaba nada para comer.

A sus 41 años, asegura que «la situación más dura es cuando mis hijos me piden algo y no se lo puedo dar». Lo que más les cuesta, coinciden con Mónica, es «pagar el piso, y los niños, que te pidan a lo mejor un yogur o un poco de chocolate y no poder darles. Tengo la niña mayor que está falta de ropa y no puedo comprar nada. Para los pequeños aún me van dando, pero para la mayor nada».

Por el momento, ha conseguido que solo los dos mayores se den cuenta de la situación, y ella continúa yendo cada dos meses a Cáritas. Hasta hace poco era esta entidad la que le ayudaba con los gastos de luz y agua, pero en noviembre tuvieron que dejar de hacerlo. Desde entonces, las facturas se acumulan en casa de Begoña, y desde hace tres, también el alquiler del piso.

 

 

Hace tres años

 

 

Mientras Mónica lucha por salir adelante con fuerza y rodeándose de gente que le ayuda, orienta y apoya, Begoña también batalla por que no la venza el desánimo. Pero lo que sí comparten es la seguridad que tenían hace unos pocos años de que jamás estarían peleando por lo que hoy pelean. Por algo que entonces daban por hecho.