Los isleños de Portonovo

Marcos Gago Otero
marcos gago SANXENXO / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Varias familias de Ons eligieron la comarca de O Salnés para rehacer sus vidas después de dejar su residencia permanente en el enclave insular

23 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde su casa en Portonovo, Arturo Reiriz Otero siente, de vez en cuando, nostalgia por su vida en Ons, el lugar donde nacieron él y su mujer. «Eu boto en falta a illa. Estou xubilado e se estivese alí levaría outra vida como ir ás praias e a pescar». Su esposa, Gloria Sampedro Reiriz, tiene una perspectiva algo distinta. «Gústame ir á illa, pero ir e virme pronto, non quero pasar alí a noite se podo». Ambos son una de las cinco familias de vecinos de Ons que cuando se despobló el enclave buenense eligieron establecerse fuera de Bueu, localidad que sí escogieron el grueso de sus antiguos convecinos. Arturo y Gloria se mudaron a Portonovo. Lo preferían a cualquier otra villa y no se arrepienten de su decisión. Aquí se sienten uno más.

Este matrimonio se casó en la iglesia vieja de la isla. Su primera hija estrenó la pila bautismal del templo nuevo. Sus familias llevaban generaciones residiendo en ese enclave insular. Pero la isla empezó a vaciarse, la vida era muy dura y aunque eran 600 vecinos, no había ni la infraestructura más básica, como un muelle adecuado para los 30 barcos que tenían las familias isleñas.

Aún así, esta pareja resistió muchos más años en Ons que la mayoría de sus vecinos, quizás porque eran los dueños de uno de los bares, que ahora tienen alquilado. Eso les dejó sin casa y con la obligación de buscar una alternativa. Para elegir su nueva residencia, el carácter de la gente fue una baza elemental a tener en cuenta. Gloria señala: «A xente de Portonovo é moi familiar, acolléronnos ben». En su opinión, Bueu no resiste la comparación.

Arturo, que trabajó de marinero, tenía relación con Portonovo desde muy joven, porque aquí vendían mucho de su pescado, también destaca la afabilidad de los portonovenses. «Eu aquí onde vivo son un máis dos do pueblo e moi respetado», comenta.

Quizás este ir y venir de Ons a tierra le hacía más soportable la vida en la isla. Para Gloria, el aislamiento era difícil de aguantar. Su marido salía al mar y no regresaba hasta el fin de semana. «Aquilo era telo de oito en oito días». Y cuando el invierno llegaba duro, lo era de veras. «Era meterte ás cinco da tarde no bar e xogar á baralla porque non podías ir a ningún sitio, dábamos máis voltas ao bar ata aburrirnos e ás oito ou as nove xa estabamos deitados», recuerda.

Ambos también lamentan la desunión vecinal, que creen que la Administración ha usado para debilitar la fuerza de sus reivindicaciones. «O Goberno non conta coa xente que leva centos de anos na illa. Nós traballamos a terra e nós ocupábamos na pesca, e agora temos que pagar un canon polas nosas casas», sentencia Arturo.

Ahora, la familia está dispersa. Ellos y una hija en Portonovo y otra en Ponteareas. Ninguno en Ons. «O noso fillo vive agora en Mallorca, pasou dunha illa a outra», bromean. Dicen que a su hijo Baleares no le gusta, pero sobre Ons los dos recalcan: «É unha marabilla no verán».