Una familia de Marín lleva 19 años sin poder usar el jardín de su casa

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

PONTEVEDRA

El desmonte de la finca colindante se tragó la tierra y dañó el inmueble

23 nov 2014 . Actualizado a las 09:48 h.

Con patio, pero como si no existiese; con jardín, pero mejor ni tocarlo; y con grietas que «decoran» toda la casa. Así vive una familia marinense que lleva 19 años sin poder usar la finca que rodea el número 18 del monte Raposeiras, en pleno centro de la villa. Viven en la casa, pero para sus dueños es frustrante no poder disponer de la comodidad que tienen las viviendas de todo el entorno. Y es que uno se expone a que le trague literalmente la tierra si se salta la improvisada malla de plásticos que la marinense Priscila Cobas ha colocado para evitar que sus hijos entren en el horadado jardín. Un enorme desmonte, de entre quince y veinte metros de alto, ha desplazado la tierra de la finca y que sostiene la casa, y que se cuela por debajo incluso de un parcheado muro de contención.

La pesadilla que vive la familia Cobas comenzó hace 19 años. Entonces, un constructor vació el monte en la finca colindante. Construyó un muro de contención para proteger la vivienda y la finca del número 18 y, luego, la empresa, por diversas razones, no pudo continuar con la obra prevista. El resultado es que el muro se quedó en el aire, y con el paso de los años la tierra se ha ido escapando por debajo de sus cimientos hasta crear un boquete en el jardín de la casa de Priscila Cobas. Un agujero enorme.

«Antes aún intentaba cortar algo de los arbustos, pero ahora no me atrevo, los socavones siguen creciendo y no sé dónde está la tierra firme», indica señalando lo que en tiempos fue una huerta y donde ahora crece la vegetación sin control posible.

«Para que los niños no pasen, pongo metálicos. No se puede disfrutar de la finca, no puedo traer a nadie, esto no es vida», recalca. Dentro de la vivienda, los problemas también son evidentes. Hay grietas en el pasillo y «las vigas del tejado están todas abiertas de moverse el terreno». No se cree la versión del Concello de que el terreno está estable. «Las grietas no se abren por que sí». Esta familia logró que la Justicia les dé la razón y una sentencia obliga a consolidar la finca y reponer el daño, pero por ahora, nadie se hace cargo. Y los años siguen pasando.