«Bajo el amparo de la Iglesia han secuestrado, captado a nuestro hijo»

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

PONTEVEDRA

Atlas TV

Familiares de miembros de la polémica orden de Oia relatan el calvario que están viviendo

31 oct 2014 . Actualizado a las 01:36 h.

Algo aparentemente tan banal como un campamento de verano fue el comienzo del particular descenso a los infiernos para una familia de Cuntis. Corría el 2002 y una amiga de Gabriel Mosquera Pombo, que hoy tiene 29 años, le convenció para que la acompañara de acampada. Fue su primer contacto con lo que años después sería la polémica Orden y Mandato San Miguel Arcángel, la asociación de carácter religioso asentada en Oia cuyo fundador fue apartado ante las «supuestas acusaciones en torno a la conducta moral» de este.

Ayer, visiblemente afectada, María Soledad Pombo, acompañada de su marido Emilio Mosquera y de su hijo menor David, expresó «el sufrimiento, desolación, impotencia, soledad, la tristeza en la que está sumida nuestra familia». Una angustia que se acrecienta al comprobar el escaso respaldo que reciben de la Iglesia desde el 2006: «En ningún momento nos hemos sentido apoyados, ni amparados ante los hechos que estábamos denunciando, que hemos sido ignorados hasta que el sacerdote que estaba a cargo de la orden decide alertar de las irregularidades».

Con la voz compungida rememoró cómo, cuando su hijo David empezaba a relacionarse con Miguel Rosendo, acudieron a la herboristería que gestionaba en Vigo y de la que salieron «compungidos y sin entender cómo era posible que nuestro hijo pudiera dar credibilidad a algo así».

Precisó que les llamó «la atención cómo veneraban al fundador, cómo se abrían las aguas a su paso, cómo todo el mundo sonreía cuando hablaba él y lo importantes que se sentían con que solo les dirigiera una simple mirada... Todo lo que salía de su boca era aceptado por todos sin ningún tipo de reserva. No había cabida para la opinión personal».

En el 2009, la familia recibe otro mazazo. Gabriel ingresa en los religiosos miguelianos con el nombre de Gabriel del Rostro de Cristo Crucificado. El joven que disfrutaba de la informática, de sus amigos, de las salidas al cine, de la música, de los viajes... en una semana se dio de baja en la facultad, abandonó el piso que compartía, se despidió de su gente y, de un plumazo, «borró lo que había sido su vida».

En la mente de María Soledad la imagen del siguiente encuentro que mantuvo con su hijo y un tercer individuo al que conocían como padre Esteban, quien «se encargó de dejarnos bien claro que ya no éramos parte de su familia (...). No debía estar a solas con nosotros para que no infectásemos su fe», lamentó.

Posteriormente, la familia de Gabriel contactó con otros afectados -son catorce familias- y contrataron una investigación privada que derivó en una denuncia en Tui. Toda vez que «cabe la posibilidad de que se trate de una secta destructiva, detectando indicios de un posible fraude fiscal y posibles abusos sexuales».

La critica es contundente: «En nombre y bajo el amparo de la Iglesia han secuestrado, han captado a nuestro hijo». Exigen que sea la propia Iglesia la que se implique en la recuperación psicológica de los captados.