Del Gran Buenos Aires a una «ciudad de película»

carmen garcía de burgos

PONTEVEDRA

CARMEN GARCÍA DE BURGOS

Quince alumnos del instituto José Hernández participan en la excursión de la Rede de Escolas Asociadas de la UNESCO

16 oct 2014 . Actualizado a las 08:39 h.

Parece de película». Mariana di Doménico no se esperaba así Pontevedra. Apenas había leído algo sobre la ciudad del Lérez antes de tomar un avión en el aeropuerto internacional de Ezeiza, allá en Buenos Aires, para venir a pasar diez días a Galicia. Ella no es descendiente de gallegos. De los quince alumnos del instituto José Hernández que participan en esta excursión de la Rede de Escolas Asociadas de la UNESCO, cinco tienen sangre gallega. La familia de Lucas y Mateo Montenegro procede de Meis. Son muy rubios y tienen unos profundos ojos azules. Casi todos los demás compañeros lucen unos rasgos más italianos o españoles, el origen de casi todos los argentinos.

Ecología y regalos

Apenas llevan 24 horas en Pontevedra, así que les cuesta destacar algo que les haya gustado especialmente. Pero sí admiten, tanto Mariana como Camila Scagnetti, ambas de 16 años de edad, que, por el momento, lo poco que han visto les ha gustado, además de sorprendido. Sobre todo, y «viniendo de donde venimos» -como apuntó el vicedirector de Secundaria del José Hernández, Diego Carnio- «lo ecológica, lo medioambiental, lo sustentable, esa relación entre los lugares públicos y sus habitantes de que hablaba el alcalde». Miguel Anxo Fernández Lores acababa de pasar media hora con el grupo para explicarles las bondades del modelo urbano pontevedrés. Unos minutos antes, los jóvenes le hacían entrega de varios regalos traídos de su país. También la directora de Secundaria, Ana Fiorante, tenía uno destinado al regidor.

Visita devuelta

Los adolescentes, de entre 12 y 17 años devuelven así la visita que los estudiantes del IES Luis Seoane, de Monte Porreiro, les hicieron en marzo. Y, al igual que entonces, también ellos se quedaron en casa de los alumnos del centro que los invitó. Camila Villalba y su hermano Nicolás también son descendientes de gallegos. A ellos lo que más les sorprendió de Pontevedra es que «allá es todo más simétrico, las calles son todas rectas, de la misma medida, y acá es todo más irregular. Y la gente es más descontracturada, tranquila, y es algo que se aprecia también». No en vano vienen de un área urbana, el Gran Buenos Aires, que ronda los 23 millones de habitantes, cerca de la mitad de la población de todo el país. Ellos no estudian en la capital, si no en Ballester, uno de los municipios próximos a Buenos Aires, pero tan electrizante y urbanita como el núcleo porteño. Aún así, les habían puesto sobre aviso, y en el colegio ya les habían hablado de «la tranquilidad de la ciudad, la vegetación, de lo poco que se usan los autos, de lo mucho que se camina, de la seguridad que hay». Algo que allí, lamenta Camila, falta.

Ganas de marisco

Los lazos entre ambas culturas son, sin embargo, innegables. Nicolás llega con muchas ganas de probar el marisco gallego, porque en su familia apenas mantienen viva la gastronomía de origen: «En realidad no, probé alguna que otra comida de acá, pero no porque sea algo gallego, sino porque acostumbramos a comerlo. Por ejemplo, allá también se hace tortilla; no como la de acá, pero la conocía». Por eso esta convivencia es, afirma Carnio, «un conjunto de herencias compartidas».