La caída de un árbol sobre un galpón deja cojo a un cerdo en Mogor

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

La mimosa tiró el alpendre y el animal, llamado «George», se salvó por poco

18 sep 2014 . Actualizado a las 18:19 h.

Cojo, apoyándose sobre tres de sus cuatro patas, magullado y cubierto de cicatrices y sangre seca, el cerdo George, pues así se llama el protagonista de nuestra historia, parecería que acababa de escaparse del matarife para refugiarse en un corral. Nada más lejos de la realidad. Puede que el susto de su vida le sirva para conseguir el indulto, pero la razón de su cojera reside en la caída de un árbol que arrasó el cobertizo donde dormía plácidamente en la madrugada de ayer, en la parroquia marinense de Mogor.

Los cascotes y las ramas cayeron sobre el confiado animalito a las tres de la madrugada y el estropicio provocado por el árbol solo es comparable con el lamentable aspecto en que dejó al aturdido puerco. Si del galpón no quedó bloque sobre bloque, el cerdo tampoco resultó muy bien parado. Su dueña bromeaba, ya pasado el susto del árbol y el ajetreo de la madrugada, con que al menos las heridas estaban en un lacón y no en un jamón. Este podría ser indicio de que su destino está marcado, pero por otra parte, la cojera de George -nombre elegido por sus hijos seguidores de la serie Peppa Pig- le daba pena. Quizás al final se cumplirá eso de que no hay mal que por bien no venga y se libre del matadero.

La aventura del cerdo cojo fue la anécdota de la crónica de sucesos del día y George hasta recibió la visita de un representante municipal que acudió a la zona para comprobar los daños causados.

El animalito, ajeno al interés mediático que despertó, porque por su corral también pasaron varios periodistas, solo tenía ojos para una cosa: una mazorca de maíz que su dueña usó como treta para conseguir guiarlo por el patio a la cochiquera de emergencia.

El suceso podría atribuirse a la mala suerte. George apenas llevaba dos semanas durmiendo en el cobertizo siniestrado. El árbol que acabó dejando cojo al pobre cerdo era una mimosa y llevaba años sin causar problemas. Quizás demasiados, porque las raíces estaban podridas y se desplomó como un castillo de naipes. Estaba situado en la ladera de Mogor junto al depósito municipal de agua, en una finca encima del cobertizo. Parece un sitio gafado. Solo basta ver el penoso estado del depósito, apuntalado desde hace años porque su techo no es estable. Pero mientras tanto, ya en lugar seguro, George continúa su recuperación, soñando quizás con esas mazorcas que tanto despiertan su apetito.