Los devotos de San Cibrán cumplieron la tradición
22 abr 2014 . Actualizado a las 13:19 h.El Lunes de Pascua es día de romería en muchos municipios de la provincia. Y en Pontevedra, cientos de devotos de San Cibrán subieron ayer hasta el monte Lusquiños, en Tomeza, donde se encuentra la ermita de este santo, para cumplir con el ritual de espantar el meigallo. Este es un lugar mágico en tierra de pastequeiros y, si bien los tiempos han cambiado y la fiesta ya no es lo que era, la tradición se mantiene viva. Para quitar el mal de ojo, los romeros que hasta allí acudieron dieron nueve vueltas a la capilla, tirando en cada una de ellas una piedra al tejado. Hicieron el lanzamiento de espaldas, procurando que las nueve piedras quedaran sobre la techumbre para mayor garantía de que se cumplen los favores solicitados para curar los males del cuerpo o del alma.
Antes se tiraban pedruscos que se recogían por los alrededores, pero hace ya tiempo que se sustituyeron por gravilla que se pone en cajas a disposición de los romeros, evitando así daños en el tejado de la iglesia y algún golpe indeseado. «Daquela había que andar con moito coidado porque as pedras que voaban eran bastante máis grandes e podían darche na cabeza», comenta José, un lugareño que conoce bien la tradición de San Cibrán. El ritual exige también pasar por debajo de las andas del santo. Maruja y su hija lo hicieron tres veces cuando el santo salió en procesión alrededor de la ermita, aunque hay quien pasa por debajo también nueve veces, tocando después la imagen con un pañuelo o con un ramo. Estos ramos son atados de varias hierbas aromáticas -loureiro, hierba luisa, romero, ruda, mirto- que una vez bendecidos o pasados por la imagen de San Cibrán se llevan para casa para espantar también a los malos augurios. Incluso hay quien dice que estas hierbas son efectivos contra las picaduras de bichos.
Ambiente festivo
La tradición se mantiene, pero esta romería cambió mucho en los últimos cuarenta años y la parte más festiva ha ido poco a poco a menos. Los vecinos de Tomeza recuerdan que el Lunes de Pascua antes era como un festivo en Pontevedra, los comercios cerraban por la tarde y las familias y cuadrillas de jóvenes escalaban el monte hasta la ermita cargados con cestas para celebrar populosas comidas y meriendas campestres. Ahora, mayoritariamente, la gente sube en coche hasta el alto de Lusquiños y los romeros se van a comer a casa después de picotear un poco de pulpo o de churrasco en los bares y puestos que se montan en torno a esta romería, donde tampoco faltan las típicas roscas de Pascua, la música tradicional y las verbenas.