Una terapeuta canina en Amencer

maría conde PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

«Arpia», una perra de aguas portuguesa, estimula a los niños y adultos con parálisis cerebral y patologías afines que atiende el colectivo

04 ene 2014 . Actualizado a las 11:39 h.

Desde que nació hace cuatro años, Arpia estaba predestinada. Esta perra de aguas portuguesa fue escogida entre los ocho de su camada para un fin muy especial, ser el estímulo y la compañera de juego de los 65 niños y adultos con parálisis cerebral y patologías afines que atiende la Asociación Amencer en sus centros de Lourizán y Campolongo.

Esta es una labor que estos animales solo pueden desarrollar hasta su edad geriátrica, los seis años. «Después, se deben retirar», dice el terapeuta ocupacional de Amencer, César Boullón. Ni siquiera todos los canes son aptos para este tipo de atención. «Se requiere una formación distinta para cada tipo de terapia -señala- tanto de la persona que va a darla, como del perro». Por ejemplo, Arpia, que sucede a Lía, es idónea para estos niños porque es hipoalergénica y no suelta pelo, «lo que es ideal porque estos niños suelen tener problemas respiratorios y alergias y estamos trabajando en colchonetas y camas». Los afectados también pueden sufrir espasmos y pueden darle un golpe, «entonces necesitamos un perro que se recupere pronto, no que se queje, y ella está acostumbrada a este tipo de situaciones».

El terapeuta explica que la mayor parte del trabajo va enfocado a que experimenten «el tocar, el sentir el perro». «En el caso de los niños que pueden coger una pelota y tirársela, pues también trabajamos el tema del ocio -dice-. Uno de los planteamientos cuando empezamos hace cinco años es que los padres, cuando tienen un niño con esta patología, no tienen tiempo para tener un animal. Queríamos trabajar con el perro, que es un animal que siempre se acerca y enseguida lo asocias con juego. Y por eso uno de nuestros objetivos era fomentar el ocio y la afectividad hacia el perro. La verdad es que ese objetivo lo tenemos cumplido con los grupos de niños. Que le lance la pelota y se la traiga, que le lama, son cosas con las que el pequeño queda impactado y feliz, y eso es lo importante».

Una de las habilidades de Arpia es hablar a la orden. «Le dices: ¡Habla! y te ladra, y en el caso de los pequeños que no pueden comunicarse, pues a veces con un pulsador marcan su nombre y hacen un gesto y ella ladra, y ya se ponen muy contentos. Tienen ese sentimiento de que son capaces de controlar a la perra. Son niños a los que cuidan y ellos nunca tienen ese sentimiento de hacer algo solos, por eso así se sienten útiles. A nosotros nos motiva, porque conseguimos que se sienta bien consigo mismo».

Reconoce que en el caso de estas patologías, una terapia de este tipo «no es Lourdes». «Lo bueno es que los objetivos se cumplen de una manera espontánea, no hay que forzar al niño -añade-. Estos niños están sobresaturados de terapias: el fisio, el logopeda, terapia emocional. Esto para ellos es un juego a la vez que nosotros tenemos objetivos terapéuticos». Las sesiones son tanto en grupos de adultos y niños como de forma individual y además de César, colaboran dos voluntarias.

Mónica Touriño, gerente de la asociación, relata una de las múltiples anécdotas de Arpia. «Cuando se utiliza para la relajación -explica-, la perra se pone encima de los niños como si fuera una manta y alguna vez nos hemos encontrado con que alguno le chupa la oreja a modo de chupete y la perra ni se inmuta? Es toda una profesional».