La salsa que revolucionó Roma

Marcos Gago Otero
Marcos Gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

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Los hallazgos reivindican a Bueu como un área industrial hace dos mil años donde se producía garum, un producto culinario de lujo en los tiempos del Imperio

17 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los especialistas tienen ante sí un puzle de diez mil piezas y de dos mil años en Bueu. Son los resultados de un hallazgo excepcional, que remonta la fundación de esta localidad a alguna parte entre los siglos I y II de nuestra era y que cambió para siempre la visión que se tenía sobre la vida en la ría de Pontevedra bajo el Imperio. Los césares nunca posaron sus ojos sobre las aguas pontevedresas, pero sus águilas sí que lo hicieron y la conocida afición de los romanos por aprovechar todo tipo de manjares y recursos naturales encontró en Bueu un filón. Prueba de ello son los restos de una factoría de salazón en Pescadoira, en el subsuelo de lo que fue la conservera de Alonso y donde se pudo fabricar uno de los sabores más inconfundibles y caros del Imperio: la salsa garum.

Era un producto de lujo, una fórmula de cocina que variaba según la región donde se hacía y a la que algunos, como el escritor Marcial, del siglo I, llegaron a atribuir propiedades afrodisíacas. Era un invento griego, que en su patria original se hacía con caballa, y que después los romanos difundieron por todos sus territorios costeros.

Las rías rebosaban de peces en el cambio de era. Las condiciones eran idóneas para establecer factorías en la costa. Pescadoira fue una de ellas, y a juzgar por los hallazgos, un complejo industrial de primer orden. Aquí se encontró el primer horno de ánforas hallado en Galicia. Las ánforas eran como los contenedores del comercio marítimo romano. En ellas se transportaba de todo, desde aceite de la Bética (Andalucía) hasta la salazón gallega.

Los arqueólogos encontraron los restos de piletas donde se transformaba el pescado. Incluso ha aparecido una cañería con agujeros que podría servir de filtro de aceites. En el Museo Massó se exhiben desde este mes un cuchillo y pesas de piedra para prensar los pescados que se introducían luego en ánforas, de las que han aparecido miles de fragmentos. También hay un cuenco con tierra, donde, si la fortuna sonriese, podrían encontrarse restos orgánicos -algo difícil pero no imposible-. Quizás su análisis pudiese contribuir a despejar qué se fabricaba en el Bueu romano y, de paso, la receta de un misterio de dos mil años.